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Las Incondicionales

domingo, 9 de mayo de 2010

Capítulo 9: Besar y escapar…o al revés?

Lo prometido es deuda, aqui es el otro capi por que hubo mas de 6 comentarios en el anterior :) aunque no se vale que tu Lucas comentes!! si ya lo habias leido.¬¬
Aun asi, agradezco que lo hayan echo. Les cuento que este fic sera subido los martes y domingos! al menos eso intentare! (todo sujeto a cambios)
Si quieren un capi el martes...yo feliz lo subo, siempre y cuando hayan mas de 7 comentarios, sin contar el de Lucas por que es un tramposo!!!^^
Espero les guste









Capítulo 9: Besar y escapar…o al revés?

—Claro que todo va bien. Por supuesto. Va perfecto. —Con el teléfono apoyado entre el hombro y la oreja, Bella dio cuenta de la última cucharada de arroz hinchado y asintió con vehemencia como si Charlie pudiese verla desde Nueva York, como si pronunciar esas palabras las convirtiera en realidad—. Yo estoy en la cocina y Cullen está en... —Se interrumpió unos segundos para escuchar el uniforme y amortiguado sonido de la ducha del piso de arriba—. Cullen está en la ducha —le dijo a su jefe—. Lleva en ella unos diez minutos, más o menos.

—¿Y anoche?

—¿Anoche? —El arroz hinchado se convirtió en cemento en la garganta de Bella. Durante un horrible instante, pensó que Charlie se estaba refiriendo a lo que había ocurrido en el cuarto de baño antes de la llegada de los invitados. Rechazó el pensamiento dada su improbabilidad, por no decir su carácter paranoico, y recordó que había sido Charlie quien había preparado las fotografías manipuladas—. Anoche todo salió bien. —Por extraordinario que pareciese, ella sabía que era cierto.

Pese a lo que se le había quedado grabado de manera indeleble en la mente, el incidente del baño y la bulliciosa discusión que se había producido a continuación, pese a que ella sólo había deseado ver a Edward nervioso y a que él casi lo había estropeado todo con su estúpido comentario sobre la moda femenina, ambos habían conseguido realizar un truco de magia digno del mismísimo Houdini—. Dimos la imagen de una familia perfecta —le dijo a Charlie—. Las fotos contribuyeron a ello. Gracias


—¿Y a qué se dedica Cullen? —preguntó Charlie con voz molesta-. No están ahí para llevar una vida de relaciones sociales, estan ahí para esconderse y no llamar la atención. Ese rico y arrogante hijo de... de su madre se ha comportado como un pelmazo desde que empezamos a tratar con él y, de repente, no se le ocurre otra cosa que invitar a cenar a los vecinos. ¿Qué es lo que pasa? ¿Ha decidido convertirse en una persona sociable??

Bella no se molestó en comentar que Edward nunca sería una persona sociable. Tampoco aprovechó la oportunidad para defenderlo ni para defenderse a sí misma explicándole que, según le había dicho el, no había invitado a los vecinos sino que éstos se habían invitado solos.

—Lo tengo todo bajo control —le aseguró Bella y, de repente, agradeció que su jefe y padre no pudiese verla. De haberlo hecho, habría sabido que mentía. El control no tenía nada que ver con el incidente del cuarto de baño

Admitía que había disfrutado viéndolo incómodo y desgraciado. Le había parecido divertido verlo sufrir durante la velada

Pero… ¿Control? Sin duda habría apostado a que control era la última palabra que habría utilizado para describir la velada, sobre todo si reparaba en el hormigueo de pesar y el estallido de auténtica necesidad física de los que había sido presa al ver que Edward subía las escaleras para ir a acostarse.

—¿Has podido averiguar algo del coche que pasó varias veces ante la lavandería? —le preguntó a Charlie.

Oyó ruido de papeles al otro lado del hilo telefónico como si buscaran algo

-Nada sospechoso —dijo, prescindiendo de los detalles y yendo directamente al grano—. El coche pertenece a un tipo de la vecindad sin antecedentes policiales. Probablemente quería ligar con alguna chica y llevarla a dar una vuelta.

—¿En la lavandería? Pues no creo que sea ése el lugar más adecuado para encontrar a una soltera de buen ver. —La sonrisa de Bella se desvaneció—. Entonces, ¿crees que no hay problema?

—Con el tipo del coche, no —respondió—. Pero hemos perdido la pista de Vulturi —añadió con voz tensa.

—¿Qué? —Bella se puso en pie de un salto y empezó a caminar de un lado a otro de la habitación, como habría hecho si se hubiesen encontrado cara a cara—. ¿Qué quieres decir con eso de que le habéis perdido la pista? Se suponía que teníais que mantener a esa escoria humana bajo vigilancia.

—Sí, y lo seguimos durante un par de semanas, pero anoche fue a un restaurante vietnamita de Queens y, mientras nuestros chicos esperaban fuera, debió de escapar por la puerta trasera. Precisamente por eso te he llamado, hija. Es imposible que Vulturi sepa dónde están, pero...

—Pero tendremos que extremar las precauciones.

—Exacto, al menos hasta que lo localicemos de nuevo. No creo que nos resulte demasiado difícil. Imaginamos que intentará acercarse al yate, pues es ahí donde todo el mundo piensa que está Cullen.

—Y es ahí donde Cullen desearía estar. —En un momento de lucidez, de los pocos que había tenido desde que había conocido a Edward, Bella también deseó estar en el yate. Enfrentarse al matón más famoso de la Costa Este resultaría mucho más sencillo que jugar a casitas con Edward Cullen; y mucho menos peligroso, pensó.

A Bella se le hizo un nudo en el estómago.

—Diles a los agentes del Crepusculo que vayan con cuidado, ¿de acuerdo? —No fue necesario que le aclarara a Charlie de qué estaba hablando.

—Tú también ve con cuidado —replicó su padre, aunque era innecesario que se lo recordase—. Y no pierdas de vista a Cullen.

—No lo he perdido de vista ni un momento, ni lo perderé —le aseguró ella.

Con un gruñido a modo de respuesta, con el que venía a decir que eso era lo mínimo que el FBI esperaba de ella, Charlie colgó el teléfono. Bella dejó el tazón y la cuchara en el fregadero. Puso el tapón en la pileta y abrió el grifo del agua caliente. Pero no había agua caliente.

—Maldito egoísta. —Malhumorada, Bella cerró el grifo y miró hacia el techo como si el pudiese verle la cara y saber que había llegado el momento de salir de la ducha.
Guardó la caja de arroz hinchado y la botella de leche, limpió la mesa y se sentó, con los codos apoyados en ésta y la cabeza entre las manos.

Si Edward hubiese llegado a saber que estaba esperando a que terminara de ducharse para tener agua caliente y poder así fregar los platos del desayuno, probablemente habría hecho algún comentario gracioso, como decirle que dejase los platos sucios para que los lavara el mayordomo. Luego, para demostrarle que no tenía que hacerle caso, colaborar o compartir nada (ni siquiera el agua caliente), se habría asegurado de seguir en la ducha el doble de tiempo.

De todas maneras, Bella no comprendía por qué Edward seguía en la ducha si ya se había terminado el agua caliente Demasiado molesta como para preocuparse de si se quedaba helado de pies a cabeza, hojeó el periódico de la mañana y encontró un artículo sobre Jacob Black y lo leyó entero. Se preguntó cómo era posible que un hombre con los contactos de Black se encontrase en una situación tan peligrosa e indefendible Bella sacudió la cabeza, verdaderamente decepcionada. Black podía no ser un buen escritor pero su influencia sobre la gente era innegable. Cuando hablaba, todo el mundo le escuchaba, y lo que decía respecto a mejorar las vidas de los millones de personas que vivían bajo los yugos opresores de ciertos gobiernos era algo que el mundo necesitaba oír.

Cuando terminó de leer el periódico, lo dobló y lo dejó en un extremo de la mesa. El sonido de la ducha en el piso de arriba se había convertido en una especie de ruido de fondo, como el zumbido de un frigorífico o los silbidos de los trenes que pasaban junto a la casa. Con un sobresalto, Bella advirtió que el agua seguía corriendo, y se puso en pie con las manos en jarras, mirando hacia el techo.

—¿Qué demonios estás haciendo??-decidió subir las escaleras y llamar a la puerta del baño—. ¿Qué demonios estás haciendo? —gritó y al ver que Edward tampoco contestaba, repitió la pregunta más alto y siguió golpeando la puerta.

El no dijo nada. Bella sintió mucho calor en el estómago y luego frío

—¡ Edward ! —gritó Bella, alarmada. Hizo girar el pomo de la puerta, ésta se abrió con facilidad y asomó la cabeza en el baño.

Aunque el agua caliente se había terminado hacía rato, el vapor de la estancia no se había disipado
Bella abrió la puerta de par en par para que el vapor saliera y entró, moviendo los brazos para dispersar la nube de condensación.

—Edward, ¿estás bien? —preguntó.

Desde el otro lado de la cortina de la ducha nadie respondió, sólo el ruido del agua. La alarma de Bella se convirtió en sospecha. Era demasiado exagerado, demasiado teatral Estaba convencida de que todo era una jugarreta de el, que sin duda la esperaba desnudo detrás de la cortina con la intención de desconcertarla.

Ella se preguntó qué haría si eso ocurría.

El terror frío de su estómago se confundió con una oleada de calor, aunque no sabía a ciencia cierta si se debía a la libido o a la cólera que sentía. Si Edward la esperaba detrás de la cortina, dispuesto a seducirla, ¿caería en sus brazos o le daría un bofetón?

—¿Edward!? —lo llamó una vez más, deseosa de obtener una respuesta ya que si él contestaba, no tendría que responderse a sí misma—. Sabes, esto no tiene nada de divertido. Si te has caído o te has hecho daño es una cosa, pero si lo que quieres es hacerte el gracioso, entonces yo...

Tan cansada de oírse a sí misma buscando excusas para no abrir la cortina del baño como de esperar que contestara, agarró la cortina verde azulada y la descorrió.

Vio el chorro que caía de la ducha, la alfombrilla verde colocada en la base de la bañera y sintió las salpicaduras del agua fría en su piel. Y entonces descubrió que no era extraño que no respondiese porque no estaba allí

Edward Cullen habia huido

***********

—Oh, Emmett, creo que vas a tener problemas.- Edward siguió la mirada de Alice hasta el escaparate justo en el instante en que Bella llegaba al supermercado. Tenía los puños cerrados y la barbilla alzada cuando cruzó las puertas automáticas del local.

El pronóstico de Alice sin duda era acertado. La chica del FBI parecía enfadada, lo que se escondía tras la mueca que le hacía fruncir el ceño y le arrugaba la nariz no eran sólo problemas. Eran Problemas, con mayúscula. Y Edward sabía por qué. Era imposible engañar a una mujer tan lista como ella con el truco de la ducha; al menos, no durante tanto rato

Supo que tenía que hacer algo deprisa. No volvería a tener la oportunidad de escabullirse de Bella otra vez.
—No soporta que salga de casa sin decirle dónde voy —le susurró a Alice, como si le estuviera haciendo una confidencia—. Rose es una mujer muy celosa. —su vecina lo miró con la cara pálida como la cera y él la tranquilizó—. No te preocupes, Rose sabe que eres una buena persona, Alice. No pensará que le estamos ocultando algo, como hizo una vez en Erie con una chica. No te preocupes —añadió. Alice lo miró boquiabierta, deseando preguntarle de qué estaba hablando, pero Edward no tenía tiempo que perder con preguntas —. En cuanto termine su terapia de recuperación física, la chica se pondrá bien. —Edward miró hacia la puerta y vio a Bella enfurecida, abriéndose camino entre los carritos de la compra—. Tú no lo sabes, Ali, pero Rose es una insensata. Tiene una vena malvada muy extraña. Tú córtale el paso y yo me iré por detrás.

Alice hizo lo que Edward le pedía y antes de que Bella llegara a las cajas registradoras, la vecina corrió hacia ella

—Aquí estábamos, comprando, claro. Tu Emmett buscaba algo y yo pensé que... que podía ayudarlo, ya sabes lo que quiero decir, sabía que no te importaría...

Aunque Edward había ganado algo de tiempo, sabía que no le bastaría. Por mucho que detestase correr el riesgo, había llegado el momento de sacarse un as de la manga. Metió la mano en el bolsillo y sacó la tarjeta de crédito que había conseguido sacar de la oficina del FBI escondida en el zapato

Habría preferido hacer una llamada telefónica, habría sido más fácil y rápido que esperar que el cargo de la tarjeta llegase a la mesa de Seth. Como lo de la llamada no había funcionado, Edward había pensado que lo mejor que podía hacer era comprar todo lo que pudiese con la tarjeta para dejar el rastro de donde había estado. Pero como su pequeña vecina no era muy rápida, por no hablar de su habilidad para pegarse como una lapa, tampoco tenía ya tiempo para recurrir a aquella estratagema.

En las cajas registradoras no había cola, y solo tardó un minuto en llegar hasta una de ellas. Por desgracia, un minuto era demasiado tiempo y cuando Bella lo abordó, lo encontró con la tarjeta de crédito en la mano.

—¿Qué demonios crees que estás haciendo? —Las mejillas de Bella tenían un tono rosado que brillaba bajo la luz de los fluorescentes. Intentó no gritar y controlar su genio pero, desde el principio, quedó claro que no le resultaría fácil. Sus ojos centelleaban y, cuando alargó la mano para quitarle la tarjeta, quedó claro que temblaba—. ¿Una tarjeta de crédito? ¿Ibas a utilizar tina tarjeta de crédito? —Los ojos de la chica iban de la tarjeta a Edward y de Edward a la tarjeta- A ver si lo adivino —susurró—. Es una tarjeta de tu empresa. El cargo de la compra llegará a Seth o Jane. En cualquier caso, en el cargo constará dónde utilizaste la tarjeta, ¿verdad? Y de ese modo, alguien sabrá dónde estás.

Edward se incomodó porque Bella había dado en el blanco, pero ¿qué otra cosa podía esperar? La agente era una profesional, y muy inteligente. Su plan de la tarjeta de crédito era de lo más inmaduro, por lo que no era extraño que ella lo hubiese desbaratado.

Edward esbozó una sonrisa entre audaz y petulante, con la que sabía que lo único que conseguiría sería irritar más a Bella. No era mucho pero, en aquellos momentos, no podía hacer nada más.

—Y tú, ¿a qué te dedicas? —le preguntó ironico el—. ¿Eres del FBI? ¿Cómo nos has encontrado?

—No ha sido difícil. —Bella lanzó una mirada a Alice—. Jasper no es el tipo más reservado del mundo. Sabía dónde había ido su esposa y sospeché que te habrías ido con ella. ¿Qué le has contado, por cierto? Parece estar pasando un mal rato.

—¿Tú crees? —Edward se volvió para mirar a Alice, que observaba la pelea con ojos como platos, sin saber qué ocurriría a continuación—. Lo único que le he dicho es lo que sucedió con aquella chica de Erie. Ya sabes, Rose, esa de la que tú estabas tan celosa.

Bella apretó los dientes para contener lo que probablemente habría sido el insulto más grande que jamás hubiese oído en su vida

—Creo que he llegado a tiempo —dijo sin aflojar la mandíbula.

—Me has pillado con las manos en la masa. —Como no podía hacer otra cosa, Edward alzó las manos en señal de rendición. Se encogió de hombros e intentó esbozar una sonrisa que no pareciese de satisfacción sino de arrepentimiento—. Es una suerte que hayas llegado antes de que comprase nada.

Bella miró hacia la caja registradora. La cinta deslizante negra que acercaba las mercancías a la cajera estaba vacía. Para demostrarle que ella había sido más lista, Bella alzó las manos, con las palmas hacia arriba.

—Mira, estoy limpio. No tengo nada —le dijo.

Pero Bella no estaba tan segura. Lo miró de arriba abajo y cuando finalmente quedó convencida, dobló la tarjeta de crédito por la mitad hasta romperla y se metió los dos pedazos en el bolsillo de los vaqueros.

—Venga, Alice —le dijo, sin apartar los ojos de Edward—. Nos vamos a casa.

La pequeña vecina no se opuso a la decisión, y Edward lo comprendió a la perfección. En la voz de Bella había un tono de mando que no invitaba a contradecirla. Alice no lo hizo, tal vez porque pensó en la chica imaginaria que había necesitado terapia de recuperación. Vació el carro de la compra y esperó pacientemente a que la cajera, que los miraba con los ojos muy abiertos y cuyas mejillas estaban tan rojas como su uniforme, acabara de pasar los productos por el lector óptico.

El tampoco opuso resistencia a la voz de mando de la agente del FBI, se dedicó a meter en bolsas de plástico los productos que la cajera ya había comprobado.

No se atrevía a mirar a Bella a los ojos. No quería que descubriese la pequeña sonrisa que jugueteaba en la comisura de sus labios, como tampoco quería que apreciase el pequeño bulto del bolsillo delantero de sus vaqueros, el bulto que formaba la caja de condones que había conseguido comprar mientras Alice distraía a Bella y que había pagado con la tarjeta de crédito de la empresa.

Bella caminó con Edward hacia el aparcamiento donde había dejado la destartalada furgoneta

—¿Qué demonios te pasa? —Fueron las primeras palabras coherentes que Bella pudo articular desde que había entrado, enfurecida, en el supermercado. Se cambió de mano la bolsa de servilletas de papel y se frotó las puntas de los dedos con el pulgar para librarse de la electricidad que se había acumulado en ella—. ¿Tienes ganas de morir o qué?

—Pues no exactamente —dijo el entre risas—. La muerte de un estilo, tal vez, o la de una reputación estelar, quizá la muerte de...

—Cállate. — gruño ella colocándose el asa de la bolsa en la muñeca y metió la mano en el bolsillo para sacar las llaves del coche. Luego, agarró la manija de la puerta del conductor.

—Una agente del FBI no tendría que hablar de esa manera a...

Bella abrió la puerta deprisa, tan rápido que Edward casi se golpeó con ella. Eso bastó para que se detuviera y, aunque Bella sospechó que nada en el mundo conseguiría transformarlo en una persona humilde, aquella amenaza de daño corporal bastó para que, por lo menos, callase. Cuando Alice los alcanzó por fin la tensión se cortaba con cuchillo asi que se sentó en el del copiloto, al lado de Bella, sin decir ni una palabra más.

Tardaron menos de cinco minutos en cubrir el trayecto a casa, pero fueron cinco minutos de tensión, durante los cuales Bella agarró el volante con tanta fuerza que los nudillos se le pusieron blancos. Atrás de ella, Edward guardó un prudente silencio. En el asiento del copiloto, Alice permaneció inusualmente silenciosa. Cuando Bella la miró de reojo, vio que se mordía el labio inferior, preguntándose, sin duda, cuándo sonaría la campana y Edward y ella empezarían el siguiente asalto de la pelea.

Por fortuna para su vecina, para Edward y para el control a duras penas contenido de Bella, llegaron a casa y aparcaron sin más incidentes. Antes incluso de que se extrajese la llave del contacto, Edward se apeó, abrió la puerta a Alice y la ayudó con los paquetes. Después de mirar a un lado y a otro de la calle, Bella le dio permiso con un brusco asentimiento y el llevó las bolsas de la vecina hasta su casa. Regresó con una ligerísima sonrisa en los labios; fue esa sonrisa lo que encendió a Bella. ¿Por qué demonios sonreía de aquel modo? Era un misterio, y el hecho de que lo hiciese después de todo lo que había ocurrido hablaba a las claras de la falta de carácter del playboy Cullen y, sobre todo, de su falta de cerebro.

—¿Cuántas veces hemos hablado de lo peligroso que es que salgas sin mí? —preguntó Bella mientras se dirigían a la casa, tras asegurarse de que el también caminaba en esa dirección. No cometería el mismo error dos veces. No volvería a dejarlo solo ni un minuto—. Dicen que eres un tipo inteligente, pero salir sin decirme dónde vas no tiene nada de inteligente.

—Lo inteligente fue hacerte pensar que estaba en la ducha. Un truco muy viejo, pero tienes que reconocer que te lo tragaste.

—Por poco tiempo. —Lo miró por el rabillo del ojo. El sonreía y ella desvió la mirada lo más deprisa que pudo para que no creyese que podía salirse con la suya y calmarla con su famoso encanto—. Ya has visto cómo te he encontrado.

—Sabía que lo harías. —Edward dio una patada a una piedra que había en la acera y la mandó hasta el puñado de matojos que hacían que el jardín delantero de Emmett y Rosalie pareciera una jungla—. Y como ves, sigo vivo y estoy bien. Tal vez ésa sea la moraleja de la historia: no necesito una canguro durante las veinticuatro horas del día.

—Tal vez seas un idiota.

—Tal vez sepa muy bien lo que me hago.

—Exacto. —Bella metió la llave en el ojo de la cerradura, la hizo girar y abrió la puerta. Después de echar un rápido vistazo a la sala para asegurarse de que todo estaba bien, se hizo a un lado para dejar pasar a Edward —. Realmente me has fastidiado el día, es lo único que puedo decirte. — lanzó su gran bolso al sofá y fue a teclear el código del sistema de alarma; Cuando terminó, se volvió hacia el con los puños cerrados, como si estuviese preparada para pelear—. Confiaba en ti, te lo aseguro. Qué idiota he sido... Luego subí al piso de arriba y descubrí que un imbécil me había tomado el pelo.

—Apuesto a que te morías de ganas de mirar detrás de la cortina —dijo el, arqueando las cejas con petulancia.

Ésa fue la gota que colmó el vaso. Bella dio tal portazo que toda la casa tembló.

—Sí, miré. ¿Y sabes qué? No me preocupó lo que iba a ver porque la experiencia me dice que los tipos que más alardean son los que tienen menos motivos para hacerlo.

—¿Lo dices en serio? —Edward retrocedió apoyando todo el peso del cuerpo en un solo pie—. ¿Y por eso estás tan enfadada? ¿Porque todo este tiempo has estado deseándolo y, de repente, se te ha ocurrido que tal vez no vayas a...?

—¿Y a ti no se te ha ocurrido pensar que tal vez no termines el verano con vida? —Bella pronunció cada palabra con mucho cuidado, como si, de ese modo, pudiera hacérselas comprender. Se negó a dejarse amilanar por lo que bien podía ser una broma o un absurdo intento de seducción. Se negó a cambiar de tema, sobre todo porque la vida de aquel arrogante, obstinado e irritante bastardo pendía de un hilo. Sacó del bolsillo los trozos de la tarjeta de crédito y rompió las dos partes por la mitad, como medida adicional de seguridad. Luego tiró los fragmentos sobre la mesilla auxiliar.-¿Te das cuenta de lo que podía haber ocurrido si hubieses utilizado esa tarjeta? —le preguntó—. ¿Si el comprobante llegara al escritorio de alguien deseoso de saber dónde estás?

—Te equivocas —respondió Edward, desafiante hasta lo indecible—. Estás muy equivocada.

—Mejor equivocada que muerta. Sabes perfectamente que...

—Sé en quién puedo confiar y en quién no —replicó el—. No sé por qué crees que alguien de mi oficina...

—Han perdido la pista a Aro Vulturi!!- en lugar de darle la noticia con toda la frialdad que exigía su profesionalidad, se la soltó sin preámbulos ni excusas, y vio que lo había pillado totalmente por sorpresa. Edward abrió los ojos como platos y luego los cerró de forma casi imperceptible, como si estuviese asimilando la noticia y analizándola a la velocidad del rayo. Al parecer, el hecho de analizarla no contribuyó a que la comprendiera, y como no estaba seguro de haberla oído bien, se acercó a Bella. —Exacto —dijo ella—. Hemos perdido a Vulturi. Mis compañeros no saben dónde está. Se ha marchado, se ha esfumado. Desaparecido en combate. Hace más de doce horas que no saben de él, y permíteme que te recuerde que doce horas son más que suficientes para desplazarse de Nueva York a Forks

—Pero...

—No hay peros que valgan. —Bella notó el pequeño hilillo de satisfacción que se desprendía de sus palabras. ¿Finalmente Edward Cullen le haría caso? ¿Se daría cuenta de que aquello no era un juego del escondite para niños mimados?—. Menudo contratiempo, ¿verdad? Miles de dólares gastados en los sueldos de los agentes que lo vigilaban, otros miles en material y equipamiento de vigilancia. Miles de horas de trabajo duro para localizarlo y ahora... Y lo peor de todo es que...

Bella no tuvo ocasión de decirle qué era lo peor de todo. Cuando iba a hacerlo, advirtió que Alice estaba en la puerta, con la nariz aplastada contra el cristal.

—Maldita sea —exclamó, descorazonada. Se masajeó las sienes con la punta de los dedos y se dirigió a la puerta. La abrió y, mientras lo hacía, no supo qué palabras saldrían de su boca, pero temía que fueran algo así como «piérdete». Sin embargo, tampoco tuvo ocasión de pronunciarlas pues Alice empezó a sollozar.

La cólera de Bella se disolvió en una oleada de inquietud. Se fijó en la nariz enrojecida de su vecina, en sus ojos hinchados y en el pañuelo mojado que llevaba en la mano y decidió que «sollozar» no era la palabra adecuada

Alice lloraba a lágrima viva.

Con un gesto instintivo, Bella la tomó del brazo y la hizo pasar.

—¿Qué te ocurre cariño? ¿No te encuentras bien?

Al principio, Alice no respondió. Guardó el pañuelo mojado en el bolsillo y sacó uno limpio. Flipó, gimoteó y miró a la pareja.

—Es por ustedes dos —dijo. Su voz ascendía y descendía al ritmo de los movimientos de su pecho. Una vez pronunciadas esas palabras, el río se desbordó. Volvió a soltar el trapo al tiempo que sus palabras fluían a la misma velocidad que las lágrimas—. Y sé que no es asunto mío o al menos eso piensan ustedes, pero sí que lo es. Para mí, son como mis hermanos. Son jóvenes, encantadores y tienens toda la vida por delante. Cuando miro su foto de boda, veo lo enamorados que están, y hoy, en el supermercado, me acordé de esa foto y pensé en el amor. Y me dije que eso no estaba bien, que se estaban comportando como unos críos, peleando, cuando yo creo que no hay ningún motivo para pelear. Estoy segura de que ni ustedes mismos saben por qué están discutiendo. Así que no voy a quedarme callada, aunque Jasper crea que eso es lo que tendría que hacer. Pero yo no puedo quedarme callada y ver cómo pelean. No lo haré. Y no me marcharé de aquí hasta que no se hayan reconciliado —dijo firmemente —. Besense y hagan las paces ahora mismo —añadió, con una mirada casi feroz.

La tenacidad con la que Alice dio la orden resultó tan sorprendente que Bella se quedó pasmada. A su lado, Edward estaba mudo de asombro.

—Ya me oyeron!! No me importa si tengo que quedarme aquí todo el día para conseguirlo, pero no quiero ver a una pareja tan linda como ustedea tirar por la borda su felicidad sin que haya ningún motivo para ello. —Miró a Edward con ojos enrojecidos y llenos de determinación y dijo—: Bésala.

Cuando Bella lo oyó, le dio un vuelco el estómago. Miró a Edward que, tras unos momentos de confusión, dio un paso hacia ella.

—No te atreverás —murmuró Bella

—Ya has oído a Alice. —Edward se acercó aún más, lo bastante para que Bella tuviera que alzar la vista más allá de su musculoso pecho, su fuerte mandíbula y una boca que provocaba miles de fantasías, para acabar viendo los dos diablos gemelos que bailaban en sus ojos negros. El frunció los labios con una expresión que era casi una sonrisa—. Se quedará aquí todo el día —dijo.

—Todo el día —repitió Alice.

—Y no me sorprendería que se quedase toda la noche.

—Toda la noche —coreó la pequeña.

Edward apartó los ojos de Bella pero sólo para dedicarle a Alice un rápido asentimiento.

—Creo que no nos queda otro remedio, mi querida Rose —dijo, mirándola de nuevo, fijamente en esta ocasión—. Nuestra amiga es una mujer muy obstinada. Lo único que la hará feliz es que nos besemos y nos reconciliemos.

Bella fijó la vista en los ojos oscuros como el chocolate de Edward y se preguntó si él la vería tan horrorizada como realmente estaba. Esperaba que no fuese así. No quería que Edward supiera que algo tan insignificante como un beso —un beso forzado de un hombre que no significaba nada para ella—, podía hacerle temblar las rodillas y que su estómago aleteara como un pájaro.

No, nunca permitiría que lo supiera, por nada del mundo.

—Bueno —dijo, alzando la barbilla—. Nos besaremos y haremos las paces. —Lanzó una mirada a Alice—. ¿Te pondrás contenta si lo hacemos?

—No es por mí por quien debes preocuparte —respondió la vecina—, sino por ese hombre maravilloso que tanto te ama.

—¡Ése soy yo! —En esta ocasión, Edward no reprimió la sonrisa y Bella recibió su impacto con la fuerza de una ventisca capaz de dejarla sin aliento. Pero cuando él se acercó un paso más e hizo el gesto de abrazarla, Bella lo recriminó con la mirada.

Edward se detuvo y volvió a pegar los brazos al cuerpo.

—Sí, lo recuerdo —admitió—. Te lo he prometido.

—Me lo has prometido. —La voz de Bella sonó demasiado jadeante, incluso para sí misma, y juró que no volvería a hablar hasta que pudiese controlarla.

Se acercaron lo suficiente para que sus rostros quedaran a milímetros de distancia y sin poder evitarlo Bella cerro los ojos al sentir su aliento. Por desgracia, no fue el rápido «estamos tan enfadados el uno con el otro que lo mejor será que le pongamos fin de una vez a esto besándonos» que tendría que haber sido.

Empezó de una manera inocente, un roce en los labios lento, inseguro, que fue adquiriendo profundidad poco a poco, de un modo casi imperceptible, hasta que la boca de Edward cubrió por completo la suya y Bella se sintió perdida.

Aquel beso la aturdió, fue lento, largo con pequeños roces de sus propias lenguas que no sabían si tenían permiso para ingresar en el juego mostrando lo ansiosas que estaban por participar en esta reconciliación. Contacto que hizo que Bella temblara, sintiéndose humeda y necesitada. Sintiendo que su cuerpo, específicamente su boca, reconocían al otro con tanto deseo y pasión que todo se torno extraño. Entonces cuando terminó, Bella sintió tal flojera en las rodillas que, al separarse de el, casi cayó al suelo.

Consiguió evitarlo justo a tiempo, se aclaró la garganta como si acabase de tomar una cucharada de jarabe para la tos, en lugar de haber saboreado algo más dulce que el pecado, y se atrevió a mirarlo a los ojos.

Pensó que lo vería más satisfecho que nunca, con esa sonrisa que había dedicado centenares, si no miles de veces, a otras mujeres que habían caído presas como moscas en la miel de sus labios. Bella pensó que la luz de sus ojos brillaría más que nunca, como en las fotos que había visto de él cuando decenas de cámaras se agolpaban y disparaban a su alrededor.

En cambio, descubrió que Edward parecía haber acabado de recibir un golpe con un bate de béisbol. Unos segundos, la miró sumido en un desconcertado silencio. Después, como alguien que despertase de un sueño lleno de sorpresas, parpadeó y tomó aire. Antes de soltar de nuevo el aire, corrió hacia la puerta como una exhalación.

******
N/A aah?? que Rayos paso con Edward Cullen?? que acaso no era eso lo que queria...un beso? y por que entonces tiene cara de haber sido golpeado??
^^
Ya lo sabran!!!
Gracias por comentar....espero en realidad que lo hagan!
Besos
*NENY W CULLEN*

14 comentarios:

Electrica Cullen Black dijo...

Aqui tienes el primero y si hace falta yo también hare trampas volviendo a comentarte mañana... jajaj. no será necesario, ya lo veras.
Edward a probado su propia medicina y... bueno me da en la nariz que esa compra impulsiva y apresurada les va a ser útil muy pronto.
Estúpendo capitulo y feliz ya te dije con que continues esta historiaY ahora si que me voy a dormir ya que se me hizo tardisimo... pero queria ser la primera por escrito ya que sin duda Luke me gano de palabra.
Te adoro y gracias por nuestra conversación. Me ayudaste mucho, en serio.

Sonia dijo...

eres una tramposa como lo dejas asi noooooooooooooooo me dejaste con las ganas de saber que tramposa eres Pero me facino me encanto y si no pones el capi el martes yo misma te yeno el blog de comentes apurandote
tkmmmmmmmmmmmmm sis eres fenomenal

Anónimo dijo...

hay por dios, tienen que comentar, no nos podemos quedar con esta intriga, por favor...
besos

Anónimo dijo...

me ha encantado el capitulo, de verdad espero que consigamos los comentarios.
ahora que la cosa se pone interesante no nos puedes dejar con la incertidumbre.
creo que edward esta mas pillado de lo que cree el playboy, jajaja
ademas del lio amoroso, tambien se complica la otra trama, ahora los descubriran e intentaran matarlos.
besos

Arousan@ dijo...

Ese Playboy que hasta el momento no se parece en nada a nuestro edward, se ha topado con la suela de su zapato, jajaja, no esta acostumbrado al rechazo y no entiende como una chica como bella puede resistirsele, pero... yo creo que salio corriendo porque se ha dado cuenta que no puede esperar mucho mas para tnerla, ese beso... a saber lo que ha despertado en el, jejeje, sigue asi, me encanta la historia, animos

yoymisoledad dijo...

Esta buenisimo tu blog, recien comence a leer tus historias y estoy impresionado... me gusta mucho esta historia y espero que pronto subas mas capis, gracias por tus historias que hacen un poco mas entretenidas mis noches de imsomnio... te debo una, jejeje

Loka cullen dijo...

Me encanta esta historia (ll) seguro k pasa d 8 comentarios apuesto k el beso fue demasiado para el aunke me kede un poko confusa con eso espero k mañana lo aclares =)

kris dijo...

ayyy mi edward!!!! porque te fuiste asi? k paso aysh que intriga pienso lo mismo que loka cullen jeje muxo para el seguro que se creia capaz pero no pudoo juuuuu me fascina este ficc tienes que subir mañana cap gracias a mi pasan de 7 jeje de nada chicas

Ô·•°•♥ Yuri ♥•°•·Ó dijo...

HOLAAA AMIGA MUASKKK ME QUEDE ASI DE KIERO MASSSSSS JAJAJAJAJA EL ANELADO BESO Y SE QUEDA ASI ESPERO EL PROXIMO CAPIIIIII CON ANSIAS LOKAS ;)

Beth dijo...

¡¡JA!! Lo mismo que sintió Bella lo ha sentido él y, fijo, que se ha dado cuenta de todo lo que le provoca esa mujer y lo ha descolocado ¡¡POR FIN!!
Una semana no nos dejes, por favorrrrrrrrrrrrr.
Que terrible espera.
Me encanta, me encanta, me encanta. Ya sé que siempre digo lo mismo, pero es que soy fácil de contentar con historias tan geniales como estas.

Anónimo dijo...

Super! Segui asii! ERii!!=)

saracebo94 dijo...

me encanta !!! sigue asi espero k subas mas capis d protegiendo al amor =P

loka cullen dijo...

xfiss tienes k subirlo oy e intenta subirlo tmprano k llevo todo el dia esperando pk aki en españa cuando tu lo subes a las 8 por ejemplo aki ya son las 12 y me gustaria verlo martes no miercoles.... =S es k me encanta!!!! aunke seguro k la espera valdra la pena

Anónimo dijo...

Oohh Edward ya a probado el beso y le a gustado, o eso creo jejeje
Me ha gustado muxo Neny ^^ gracias
Espero que todo te esté yendo bien
Besos
Bárbara

Afilianos ^^

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