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Las Incondicionales

lunes, 17 de mayo de 2010

Capitulo 11 La Cita

Ok, nuevo capi, espero aquellas que lo pidieron comenten si pos!!! porfavor que mira que a veces me desvelo por escribir y no hay tantos comentarios como reclamos :(
Asustense que se vienen un poco "curioso" los siguientes capi.
No hay lemmon, repito, no hay lemmon. Sinceramente, aun no se porque jajajaj pero ya vendra. Lo prometo
Besos





Capitulo 11 La Cita

No fue idea de Bella sentarse frente a Edward en la cena de cerdo con chucrut organizada por los Caballeros de Colón. Por desgracia, en cuanto entraron en el salón, Alice tomó la iniciativa, y Bella sabía que, cuando Alice tomaba la iniciativa, las ideas de los demás tenían un límite

El recinto estaba ya hasta los topes, pero encontró cuatro sitios vacíos y colgó su bolso en la silla plegable del extremo, reivindicándola como propia. Al ver la señal, Jasper se dejó caer en la silla situada justo enfrente y Bella y Edward no tuvieron otra opción que ocupar las dos que quedaban y que los situaban a uno frente al otro.

Y ahora, allí estaba, sentada justo delante de él, sin nada que los separase a excepción de un hule blanco, un salero y un pimentero de plástico y un jarrón que contenía tres claveles de plástico rosa.

El lucía una camisa retro, tipo años sesenta, azul y negro iridiscente que se ajustaba a cada uno de sus diferentes y variados músculos. Bella no tuvo que esforzarse para recordar que llevaba también unos pantalones negros que le quedaban demasiado ajustados. Seguro que se le veía idiota. Seguro que su aspecto era el de un personaje asiduo a las discotecas de aquella época. Sin duda, él tenía que sentirse tan incómodo de aquella guisa como se sentía ella con su majestuoso vestido acrílico de color azul con su pequeño cuello de encaje.

Vaya uno, el tal Edward, para cooperar. En lugar de parecer idiota, se le veía siniestro y peligroso. En lugar de parecer el rey de la discoteca, se le veía acicalado y sensual. No parecía elegante, al menos no con el mismo estilo que lucía en Nueva York. Ni siquiera tenía un aire respetable. Parecía una encarnación del diablo, desde lo alto de su cabeza hasta las puntas de sus puntiagudos zapatos. Un diablo nacido para romper corazones.

Edward no había tocado apenas su comida, sin embargo todo el mundo parecía encontrarla excelente. Jasper repitió varias veces

—¡Eh! ¿No vas a comerte eso? —Tras haber arrebañado el plato, Jazz miró sorprendido a Edward—. Si no quieres el cerdo...

—Sírvete tú mismo. — le pasó el plato, echó la silla hacia atrás y miró a Bella de un modo en que sólo podía querer decirle que ya tenía bastante de todo aquello: de la comida, de las paredes de paneles negros y de los suelos de linóleo del sótano donde se hallaba situado el salón Jan Sobieski—. Bueno, si la cena ha terminado, lo mejor que podríamos hacer es marcharnos.

Una camarera vestida de blanco, con delantal amarillo y zapatillas de tenis, dejó una bandeja de dulces sobre la mesa. Alice eligió uno de chocolate y le pasó la fuente a Bella.

—Eres tan divertido, Emmett. —Alice rió y le dio un mordisco tan grande a su pastel que se le quedaron los labios cubiertos de chocolate—. Ya sabes que no podéis marcharos hasta que hayamos bailado.

—¿Bailado? —repitió Edward asombrado. Bella se encogió de hombros antes de tomar una galleta de forma triangular rellena de mermelada de arándanos.

—Es la orquesta de Hank Markiewics y los Magos de la Polca —les informó su vecino con la boca llena—. Os encantarán.

Bella vio que Jazz se acercaba a Edward y le decía algo al oído.

Edward se puso blanco como la cera. Miró a Bella unos segundos como si necesitase apoyo, pero con la misma rapidez, sus ojos miraron hacia otro lado y sacudió la cabeza.

Bella se inclinó hacia delante, pero le fue imposible oír nada. Hank y los Magos de la Polca se habían animado y en toda la sala los comensales se levantaron de sus asientos y se acercaron a la pista de baile tomados de la mano.

En esa ocasión, Bella vio cómo Jasper le daba un codazo a Edward en las costillas. Edward cerró los ojos como si rezase. Los abrió de nuevo y alzó la voz para que se oyera por encima de la música.

—Rose —dijo—, ¿te gustaría bailar?

Antes de que Bella tuviese tiempo de decirle que se había vuelto loco, Edward se puso en pie y la esperó en el extremo de la mesa. Jasper asentía con satisfacción y Alice los miraba resplandeciente. Bella no tenia otra opción. Echó la silla hacia atrás y se reunió con Edward que ya se habia puesto de pie

—¿Qué ocurre? —le preguntó ella y él tuvo que inclinar la cabeza para poder oírla.

—No preguntes. —El se volvió hacia la pista de baile con la mano extendida. Cuando vio que no se la tomaba, se volvió hacia ella—. Vamos —le dijo—, tenemos que bailar.

Bella miró la mano extendida de Edward y luego hacia la pista de baile donde las parejas evolucionaban al alegre ritmo de la música. Parejas tomadas de la mano. Parejas abrazadas. Sólo con verlo, Bella notó debilidad en las rodillas. En esa sensación hubo algo que despertó sus sospechas. Entrecerró los ojos y los clavó en Edward.

—¿Y cómo vamos a bailar si me prometiste que no me tocarías?

El suspiró. No era un suspiro como los que ella con tanta frecuencia había dejado escapar desde que la besó. Era casi un suspiro de impaciencia,
S
e levantó las gafas para frotarse el puente de la nariz y miró a sus vecinos, que observaban los prolegómenos con una atención que distaba mucho de ser pasajera. Les dedicó una sonrisa que enseguida ocultaron las parejas que pasaban bailando junto a ellos.

—Mira —le dijo a Bella, acercándose para que lo oyera—, creo que deberíamos hacer una tregua, durante un tiempo, como mínimo. Mientras bailamos te contaré por qué.

El caliente roce del aliento de Edward contra su piel podía hacerla saltar por encima de cualquier precipicio, y estuvo a punto de hacerlo. Le erizó el vello de la nuca y erosionó su fuerza de voluntad. Por fortuna, Bella era tan buena como cualquiera agarrándose a un clavo ardiendo, y en esta ocasión lo hizo, demasiado orgullosa como para demostrarle que todavía vibraba como una cuerda de guitarra a causa del comentario de Edward respecto a las bragas de algodón

Pero entonces a Bella le dio por pensar que todo había sido una representación. La cena con los vecinos, el beso, su matrimonio. Recordó que Edward había demostrado mucho más entusiasmo cortando el césped que besándola. Miró a la pareja de vecinos y le pidió a Dios que encontraran otra cosa que hacer. Pero era imposible, seguían mirándoles, y se rindió con un suspiro. Pero su suspiro no sonó como el de Edward. No era molesta ebullición ni el augurio de un desastre. Sonó, pura y simplemente, lo que era, una rendición.

—Espero que tengas un buen motivo para esto. —Con una palmada, enlazó su mano con la de Edward y se encaminaron a la pista. Terminaba ya la primera polca, pero otra empezó al instante. Y como si se tratase de la cosa más natural del mundo, Edward le pasó la mano por la cintura y empezaron a bailar.

Bella tardó un minuto en pillarle el truco al un-dos-tres del ritmo de la música, y otro más en descubrir que no tenía nada que ver con ella. El, en cambio, era un experimentado bailarín y, aunque los pasos eran relativamente sencillos, ejecutarlos era tan difícil como hacer cualquier otra cosa por primera vez. Si Edward no la hubiese llevado, no habría sido capaz. Probablemente habría caído.

Cuando se sintió más cómoda, aunque no menos sorprendida, se atrevió a alzar la mirada que tenía clavada en los pies y descubrió que Edward la observaba fijamente.

—¿Sabes bailar la polca?

Edward la miró con esa expresión que hacía temblar a todos los ejecutivos que trabajaban con él.

—Tomé clases de danzas populares en la universidad —dijo con el mismo entusiasmo que un médico declarando el carácter terminal de un enfermo—. Si se lo dices a alguien, utilizaré mi influencia para que te trasladen a un lugar en el que llueva nueve meses al año y las cucarachas midan palmo y medio.

Pese a su tono de voz y al hecho de que probablemente podía ejercer ese tipo de influencia, supo que no era una verdadera amenaza. Bella bailó y saltó por la sala, y con cada nuevo compás su asombro aumentaba.

—No pensaba que pudieses bailar.

La sombría expresión de Edward se disolvió bajo una sonrisa que le hizo vibrar la comisura del labio.

—Seguro que tampoco pensabas que supiese besar.- le susurro cerca.

Bella puso los ojos en blanco. Era mejor que confesar que se había equivocado. Llevaba ya un tiempo sospechando que sabía besar de forma extraordinaria. Había pasado buena parte del verano fantaseando con ello, y la semana anterior había comprobado que la realidad era mucho más tentadora que sus fantasías.

—¿Eso es todo lo que tenías que contarme? —le preguntó—. ¿Ésas son tus confesiones? No me lo digas, déjame que lo adivine. Después de una semana entera eludiendo el asunto y fingiendo que nunca había ocurrido, has cambiado de idea y me has invitado a bailar para decirme que lamentas mucho haberme besado y que no volverás a hacerlo más.

—No. —Edward sacudió la cabeza. Un mechón de cabello negro le cayó sobre la frente.

—No, ¿qué?

—Que no se trata de eso. No, no es por eso por lo que te he sacado a bailar. No lamento haberte besado, y no prometo no volver a hacerlo nunca más.

—Bueno, y con eso todo queda aclarado, ¿no es cierto? —El corazón de Bella latía al acelerado ritmo de la música, pero entonces recordó que Edward acostumbraba a provocar ese efecto en las mujeres.

-Todo está relacionado con ellos —dijo el, observando a los vecinos por encima de la cabeza de Bella.

—¿Me has invitado a bailar por los vecinos?

—Es una larga historia —afirmó y, al ver que no se le ocurría cómo explicarlo, decidió ser sincero y claro—. Jasper me pidió que le enseñara a ser romántico, ¿sabes? Y yo...

—¿Jasper te pidió que le enseñases a ser romántico?

—Y como le dije que lo haría, porque no me quedaba otra opción, me he visto obliga...

—¿Jasper te lo pidió? ¿Que le enseñaras a ser romántico?

—Sí, ha estado observándome. Observándonos a los dos, en realidad. Así que, todo lo que hago contigo...

—¿Jasper? ¿Te lo pidió? ¿Que le enseñaras a ser romántico?

—¿No sabes decir otra cosa? —Edward chasqueó la lengua con impaciencia y miró a Bella. Las luces que destellaban contra la bola de espejos que colgaba en el centro de la sala se reflejaron en sus gafas, formando un frenético dibujo que la aturdió.

Pero entonces recordó que Edward provocaba ese efecto en las mujeres...

—Jasper te pidió que le enseñaras a ser romántico. —Bella se obligó a prestar atencion—. O sea que Jasper ha tenido que forzarte para que bailaras conmigo.

—Lo has pillado, ¿eh? — Edward tenía suficiente estilo para fingir incluso que estaba un poco avergonzado—. Bueno, lo que hizo en realidad fue animarme —dijo, como para disculparse—. Quería verme bailar contigo para saber cómo hacerlo con Alice. Se fija en todo lo que hago. No se lo he sugerido yo, ni nada por el estilo, pero supongo que hay personas que exudan un aura de romanticismo. —Al ver que Bella no contribuía a hinchar más su ya descomunal ego, prosiguió—: Nos está observando desde hace días y no deja de preguntarse por qué se nos ve tan poco románticos. Pensé que si no hacíamos algo, acabaría por sospechar.

—Así que bailas conmigo para que los vecinos no sospechen. —Bella quería que su afirmación sonase inteligente y petulante. Sin embargo, sonó decepcionada; no habría estado tan mal de no haber sido exactamente lo que sentía. Tal vez se debía a la alegre música, a la animada multitud que bailaba o al echo que la estaba pasando bien con el.

Pero la diversión no tenía nada que ver con la obligación y Edward la había sacado a bailar sólo porque se había visto obligado a ello. Bella se detuvo y miró a las otras parejas que bailaban a su alrededor.

—De modo que sólo bailas conmigo porque te has comprometido a hacerlo.

—Yo no he dicho eso.:—El tema terminó y la protesta de Edward se oyó muy fuerte. Bella apartó su mano de la de él y retrocedió un paso, pero antes de que tuviera tiempo de alejarse, la orquesta empezó a tocar otra tonada. No era una polca, era Smoke Gets in Your Eyes, y con el acordeón como instrumento solista sonaba increíblemente dulce. Edward volvió a tomarla de la mano y, antes de que Bella se diera cuenta, le había puesto ambas manos en la cintura.

—Baila conmigo Bella. —Ella notó que la invitación vibraba en el pecho de Edward y que esa vibración le recorría todo el cuerpo. Le hacía cosquillas en la oreja y se enroscaba en su interior como miel caliente.

Bella hizo un último intento de huida. Miró él lugar donde los brazos de Edward rodeaban su cintura y después alzó la vista y vio su cara de asombro reflejada en los cristales de sus gafas.

—Pero me prometiste que...

—Hemos firmado una tregua, ¿recuerdas? —Como para que no se le olvidara, la estrechó con más fuerza y, cuando ella entrelazó las manos en su nuca, le dedicó una sonrisa.

Tal vez fue la sonrisa —aunque Bella recordó que Edward provocaba ese efecto en las mujeres—, o tal vez habían sido sus caricias, la manera en que le recorría la espalda con los dedos, con un ritmo sereno como el de la canción. Cualquiera que fuese la causa, Bella sintió que se perdía. Se había puesto a bailar antes incluso de advertirlo.

—No está mal, ¿verdad? —preguntó Edward.

Bella sólo pudo contestar con un murmullo. Se acomodó al cuerpo de el y entrelazar los brazos en su cuello le pareció la cosa más natural del mundo.

—Me parece que en las fiestas de los Caballeros de Colón la gente no baila así —dijo el, y Bella siguió su mirada por el salón. Casi todas las parejas eran personas mayores que incluso los temas lentos los bailaban como habían aprendido en su juventud. La mano izquierda y la mano derecha, juntas. Los codos doblados y tan separados el uno del otro que en medio de ambos cabía la guía telefónica de Manhattan—. Allí hay un tipo con un tupé horrible, y nos está mirando.

—Pues déjalo que mire. —Por un segundo, Bella se preguntó si no habrían puesto algún tipo de droga en la cena. Sólo algo así podría explicar la sensación de aturdimiento que nublaba su cabeza. Al mismo tiempo, todo era como una ensoñación. Le pesaban mucho los brazos y estrechó más a Edward. Tenía las piernas como lastradas con plomo, lo que la llevó a ralentizar el ritmo de sus pasos; al ritmo de la música, rozaba el muslo de Edward con el suyo. Pasó los dedos por la parte delantera de la satinada camisa de el y éste dejó escapar un suspiro con el que demostró que no podía confiarse del todo en él para que llevase el ritmo—. Tendríamos que haber probado esto del baile mucho antes —sonrió ella—. A lo mejor, ahora seríamos más amigos.

—Pues yo lo he intentado.

—Nunca me dijiste nada al respecto. —ella no estaba dispuesta a tragarse aquella descarada mentira—. Al menos nunca me hablaste de este tipo de baile.

No era en bailar en lo que Bella estaba pensando, y mucho menos cuando Edward acarició con el pulgar sus costillas hasta la cintura. Ese roce vibró en toda su piel y los pechos le dolieron. Cerró los ojos y apoyó la mejilla en el pecho de Edward

—Lo que estás haciendo por los vecinos es estupendo. —Bella miró a Edward a los ojos.

—¡Oh, no! —La expresión de Edward pasó de la satisfacción al horror en una décima de segundo—. Eso acabaría con mi reputación. Además, la idea no fue mía, fue de Jasper.

—Bueno, fuese de quien hiera, la verdad es que funciona. —Se volvió para mirar a los vecinos, que bailaban ahora en otra dirección. Era evidente que Jasper aprendía deprisa. Tenia las dos manos en la cintura de Alice, como ellos dos, y Alice sonreía de oreja a oreja.

—Míralos. Ahora se les ve más romántico. ¡Alice es tan feliz!

—Y a ti también se te ve muy contenta.

El cumplido la pilló por sorpresa y la llevó a fallar un par de pasos.

—Bromeas, ¿verdad? —preguntó, cuando volvió a pillar el ritmo—. Claro que bromeas. Aunque te cueste creerlo, no soporto vestirme con fibras sintéticas. Trajes de lana para el trabajo, pantalón caqui y suéter para los días libres. No vayas a creer que... —Le dio un tirón a la falda acrílica azul —que esto me gusta ni me sienta bien. Parezco salida de una tienda de segunda mano cuyo propietario tiene un retorcido sentido del humor. —Un escalofrío le recorrió la espalda—. Se me ve tan anticuada...

—Sí —rió Edward —. Y yo parezco el extra de un teatro de barrio en el que se representa West Side Story. Hacemos muy buena pareja, o la haríamos, si me dejases contarte algo acerca de mí.

No fue lo que dijo sino cómo lo dijo. La miró de tal manera que ella tuvo miedo de preguntar a qué se refería. La sonrisa desapareció del rostro de Edward y sus ojos se ensombrecieron. Con una sola mirada, atrapó los ojos de Bella y ya no los soltó.

—Yo nunca bromeo —dijo Edward, en ese tono prosaico por el que ella sabía que hablaba en serio— cuando hago un cumplido a una dama.

—Gracias. —No sonó tan agradecida como le habría gustado, ni siquiera supo si sonó coherente. No fue consciente de si había tartamudeado. La sangre que se agolpaba en sus venas sonaba como un trueno en sus oídos.

Pero entonces recordó que Edward provocaba ese efecto en las mujeres...

Fue una reacción equivocada. Lo supo desde el principio. No tendría que haber permitido que un pequeño cumplido la hiciese cambiar de opinión, pero así fue. Tampoco tendría que haber estado bailando tan cerca del borde del abismo, pero a Bella no le importó. Edward la abrazaba. El corazón de él latía pegado al de ella y ambos estaban sincronizados al ritmo de la música.

—Esto de bailar está muy bien —dijo Bella con un jadeo y oyó que Edward le decía en un susurro que estaba de acuerdo. Él había apoyado la barbilla en su cabeza.

—¿Podrías acostumbrarte a ello? —preguntó él.

—¿A qué? —Bella no tuvo que detenerse a pensar en la respuesta. Sabía a qué se refería. Sabía que podía acostumbrarse a aquello y a mucho más y, por primera vez, reconoció que le gustaría probarlo. Se apartó un poco porque quería verle la cara y le dijo—: Claro que sí.

—¡Rose..Oh Rosalie! —Bella se vio interrumpida por un dedo que se le clavó en la espalda. Se volvió y vio a Alice, que parecía confundida—. ¡Estábamos bailando al lado de nuestra mesa y ha sonado un timbre en tu bolso!

—¿Quieres decir que el móvil de mi bolso está sonando? —Bella tardó unos segundos en descifrar el mensaje. Se soltó de Edward. Con la distancia, desapareció la sensación narcotizante y la lógica se apresuró a ocupar todos los espacios de su mente que, hasta entonces, habían estado vibrando de deseo—. Papa es el único que tiene el número, ¿qué querrá? —Corrió hacia la mesa antes de que Edward fuese capaz de especular sobre la respuesta.

—Dile a Charlie que muchas gracias por interrumpir lo mejor que había ocurrido hasta ahora —masculló entre dientes, cuando Bella ya se había alejado. Un comentario demasiado malhumorado, pensó. Demasiado sincero. No estaba seguro de si quería admitir la verdad ante Bella o ante sí mismo. No estaba seguro de querer afrontar los hechos por más que estos le hiciesen frente, le golpearan en el pecho o le cogiesen por el cuello de la camisa.

Desde el momento en que había tomado a Bella de la mano y la había llevado a la pista, la había deseado mucho más de lo que había deseado nada ni nadie en el mundo.

Ésa era la verdad, pura y simple; aunque, en realidad, de simple no tenía nada. Era cualquier cosa menos simple.

«Dile a Charlie que estoy en deuda con él por haberme sacado de algo en lo que no sé cómo me he metido.» Eso era más exacto. Era eso lo que tendría que haberle dicho. Y, sin embargo, mientras contemplaba cómo Bella se abría paso entre la multitud, se preguntó si eso era cierto.

¿Se alegraba de que Charlie los hubiese interrumpido? La mente le decía que sí. Su cuerpo le mandaba otro mensaje. Empezó a caminar hacia la mesa y, al mismo tiempo, intentó olvidarse de lo que el contacto con Bella había provocado tanto en su compostura como en su sentido común.

Cerca de la barra, un grupo de hombres que tomaba chupitos y cerveza se hicieron a un lado para dejarla pasar y Edward la contempló. El vestido azul era más anticuado que el demonio, el color no era del tono que mejor combinaba con sus ojos. La falda era demasiado larga y no realzaba sus bonitas piernas. El cinturón era demasiado ancho y grande y no revelaba su cintura, y el escote era demasiado cerrado y no dejaba nada al descubierto, nada interesante, por lo menos.

Y si todo eso era cierto, ¿por qué rayos disfrutaba tanto mirándola?

Edward no quería pensar en esa pregunta, la pasó por alto.

Cuando llegó junto a Bella, ésta todavía estaba sacando el teléfono del bolso. Lo abrió y caminó hacia una puerta marcada con un letrero de salida con una brillante luz roja. Aunque ella no le había dicho que lo hiciese, la siguió hasta allí y no se opuso.

—Aquí estoy, Charlie —dijo, jadeante. Se tapó la otra oreja con la mano, pues le costaba oír debido a la música. Cuando llegaron a la salida,Edward abrió la puerta de un empujón y se hizo a un lado para dejarla pasar.

Era un corredor muy estrecho con unas escaleras que ascendían hasta una puerta trasera. Edward se apoyó contra ella en un ridículo intento de que Bella tuviera cierta intimidad mientras hablaba por teléfono, pero era lo único que podía hacer y a ella no pareció importarle.

—Sí, sí, soy yo, papa? —dijo Bella en voz baja—. ¿Que qué era todo ese ruido? —Repetía la pregunta que le habían hecho desde el otro lado de la línea—. Música, Hanky los Magos de la Polca. Te lo explicaré en mi próximo informe. ¿Ocurre algo? ¿Por qué llamas un sábado por la noche?

Después de unos segundos escuchando lo que Charlie le decía, la alegría que había iluminado su rostro mientras bailaban desapareció de su expresión. Sus ojos se llenaron de sombras y se mordió el labio inferior. Después de escuchar durante un minuto, se había formado una V de preocupación en su entrecejo, por lo Edward que pudo oír, no eran buenas noticias.

—¿Estás seguro? —preguntó ella. Al parecer, Charlie estaba seguro. Bella asintió y formuló un par de preguntas más. Echó un rápido vistazo a la escalera y se situó en el centro del pasillo. Lo hizo con toda la naturalidad del mundo, pero Edward supo al instante qué se traía entre manos.

Lo estaba protegiendo, se estaba colocando entre él y la oscuridad que reinaba tras la salida de la puerta trasera. Por un segundo, se le ocurrió que podía apartarla y decirle que él podía cuidar a la perfección de sí mismo. Pero algo así no habría sido caballeroso, a decir verdad, y además ella podría habérselo recordado. Enseguida rechazó la idea. Bella se limitaba a hacer su trabajo, y lo hacía con tanta vehemencia como hacía todo lo demás

Cuando Bella terminó de hablar y cerró el móvil, Edward ya estaba en condiciones de hablar de cualquier cosa.

—¿Y bien? —Cuando Bella avanzó hacia la puerta, él no se movió—. ¿Qué ocurre? ¿Qué quería Charlie?

Como si intentase encontrar la mejor manera de expresar lo que tenía que decir, Bella se dio unos golpecitos en la barbilla con el móvil. Edward supo el momento exacto en que lo tuvo claro. Sus labios se fruncieron lo justo para parecer decidida.

—Han tenido controlado a Vulturi —dijo.

Pese al encuentro con el falso repartidor de pizzas que había querido matarlo en Nueva York, Edward nunca se había tragado lo de que había un matón a sueldo intentando dar con él. Era demasiado melodramático. Demasiado peliculero.

No lo había creído, pues no hacerlo era más fácil que pensar que el FBI se equivocaba. Más fácil y menos aterrador. Aun así, aunque nunca había creído que ese tal Vulturi le siguiera los pasos, lo que Bella había dicho le supuso un alivio y sonrió.

—Eso es bueno, ¿no? —preguntó.

—Era bueno. Podría haber sido bueno, pero has fallado en el verbo. He dicho «han tenido».

—¿Lo cual significa que ya no lo tienen?

—Exacto. —Bella inspiró con fuerza y luego espiró con un largo suspiro—. Lo vieron en Francia, cerca de Cannes, donde estaba amarrado el Crepusculo. —Edward recordó la expresión en la cara de Bella mientras hablaba con Charlie, la V que se había formado en su ceño a causa de la preocupación.

—No habrán herido a nadie, ¿verdad? Me refiero los agentes. No los habrán...

—No. —Bella rechazó su insinuación negando con la cabeza, lo que hizo ondear su pelo. Se colocó un mechón de cabello tras la oreja antes de proseguir—. Por lo que nosotros sabemos, ni siquiera llegó a acercarse al Crepusculo. Eso es lo que más ha preocupado a todos.
Edward no necesitaba que le contasen las cosas con todo lujo de detalles pero tampoco era demasiado hábil leyendo la mente.

—A ver si lo entiendo: todos estáis preocupados por que Vulturi no ha intentado hacer nada

—Exacto, Sherlock. —Bella cruzó los brazos sobre su pecho y se llevó de nuevo el móvil a la barbilla—. No sólo Vulturi no ha intentado nada sino que justo después de pasarse una hora en el puerto, controlando el Crepusculo, recibió una llamada telefónica.

—¿Y? —Edward se puso nervioso. Bella podía ser tan prudente como cualquier otro agente de la ley con el que él hubiese tratado. La prudencia era, sin lugar a dudas, una ventaja en esa profesión—. ¿Y qué ocurrió?

Bella se encogió de hombros, un gesto que respondía a la pregunta y expresaba parte de la frustración que sentía.

—Nada. No ocurrió nada —dijo—. Vulturi recibió la llamada, dio media vuelta y desapareció. Según dice Charlie, la vez siguiente fue visto en el aeropuerto Kennedy. Ha regresado a Estados Unidos.

—Y entonces nosotros estamos preocupados porque...

—Estamos preocupados porque eso puede significar que no hemos engañado a Vulturi.

Dicho esto, pasó junto a Edward, abrió la puerta que llevaba al salón y el ritmo um-pa-pa de otra polca llenó el estrecho pasillo. Hizo una pausa en el umbral y volvió a mirar a su alrededor, como si midiese la distancia que había entre donde se encontraban en ese momento y el lugar donde había dejado el bolso. Corrió hacia la mesa satisfecha, se colgó el bolso del hombro y tomó la mano de Edward.

—Vamos —le dijo, aunque era innecesario. Edward no conocía a nadie tan resuelto y firme como ella cuando tomaba una decisión. Tiró de él entre la multitud y cuando llegaron a la pista y Jasper y Alice se acercaron, los detuvo tomando a la mujer por el brazo.

—Tenemos que irnos —le dijo a Alice alzando la voz, para que pudiera oírle por encima de la música.

—¿Os marcháis? —Por un segundo, Alice puso cara de asombro. Luego miró hacia la puerta por donde los había visto desaparecer juntos unos minutos antes. Imaginó lo que tenía que haber ocurrido allí; la imaginación de Alice podía ser muy creativa. Un intenso rubor le subió por el cuello hasta las mejillas—. No pueden esperar a llegar a casa, ¿eh? —Le hizo un guiño tan significativo a Edward que éste casi se sonrojó.

Aunque el tuvo que admitir que la idea de que se marchaban tan deprisa a casa para poder acostarse juntos bastó para encender su propia imaginación, no bastó para disuadir a Bella. Le tenía agarrada la mano con fuerza y no estaba dispuesta a soltarlo. Sonrió ante la sugerencia de Alice y se dirigió a la puerta tirando de él.

Cruzaron la calle y pasaron ante la gasolinera.

Estaban ya cerca de la iglesia cuando advirtieron que todavía iban tomados de la mano.

Aunque siempre se le erizaba el vello en cualquiera de los puntos de su cuerpo que Bella tocaba, en esos momentos ella parecía no notarlo. Era obvio que tenía la mente ocupada en otra cosa. Ella estaba de guardia y, cuando Bella estaba de guardia, eso era lo único que importaba. En un minuto se percato de sus manos y la solto rápidamente encaminándose hacia la casa.

—Estás realmente preocupada, ¿no es cierto? —Era una pregunta estúpida y Edward lo sabía, pero después de todo lo que había tenido que aguantar, tenía derecho a formular preguntas estúpidas de vez en cuando—. ¿En serio crees que Vulturi...?

—¿Que Aro Vulturi sabe dónde estás? —pregunto rápidamente interrumpiendo sus ideas- ¿Quieres que te sea sincera? ¿O quieres que te cuente algo que no impida que duermas tranquilo esta noche? —Lo miró por el rabillo del ojo, al ver que no respondía, pensó que era lo bastante hombre como para querer sinceridad—. Creo que es imposible que Vulturi sepa que estás aquí —respondió ella—. Ésa es mi sincera opinión. Pero no sería tan sincera si te dijese que no estoy preocupada. Por ello, no quiero correr riesgo alguno y una fiesta muy concurrida y ruidosa me parece un lugar peligroso. En casa se está más tranquilo. Es más fácil tenerlo todo controlado.

—Y no perderme de vista ni un segundo.

—Exacto. —Bella le dedicó una sonrisa que se apagó en seguida, como la luz ámbar que destellaba cuando pasaron ante un restaurante llamado «Pequeña Varsovia»—. Lo que más me ha sorprendido es que Vulturi se tomase la molestia de seguirte hasta el Crepusculo para marcharse después.

—Pues es obvio. —Un escalofrío recorrió su espalda y se encogió de hombros para librarse de él—. Por la llamada que recibió. Alguien le dijo que no siguiera tomándose la molestia.

—Justo. Y conjeturando un poco más, yo diría que alguien le dijo que no se molestara porque ese alguien sabía que tú no estabas allí.

—Pero... —Edward se interrumpió al borde de una objeción.

—Pero nadie sabe dónde estás, ibas a decir —afirmó Bella.

—Sí, eso iba a decir. —Edward se negaba a culpabilizarse. No había nada por lo que debiese sentirse culpable. Bella no sabía lo de la caja de condones. No sabía que había utilizado la tarjeta de crédito. Esa información no encajaba en la ecuación. Además, si el cargo de la tarjeta ya habia llegado, quiere decir que si Seth lo había visto, todo eso significaría que...

—¿Estás bien, Edward?

Hasta que oyó la pregunta de Bella no advirtió que se había detenido en seco, como petrificado. Ella se le había adelantado unos pasos. Se volvió para ver qué le ocurría.

—Te has puesto un poco verde. No será por el chucrut, ¿verdad?

—No he probado el chucrut —respondió el sacudiendo la cabeza, pero mientras lo decía, no se escuchaba a sí mismo. Su mente corría a miles de kilómetros por segundo.


La idea de que Seth hubiese podido revelarle a alguien el escondite de Edward era de lo más absurda.Convencido de la lógica de sus argumentos y también de la amistad y lealtad de Seth Clearwather, Edward dejó de pensar en ello.

Si era cierto que Vulturi le seguía la pista, no podía correr el riesgo de que lo matase, en todo caso, no sin antes hablar con Seth.

Allí estaba en juego mucho más que su seguridad. Y ahora, más que nunca, era vital ponerse en contacto con Seth. Si no lo hacía, si le ocurría algo, nadie estaría en condiciones de salvarle la vida a Jacob Black.


*******
Pregunta: que tiene que ver Jacob Black en toda esta historia?. Sera Seth el topo que le ha avisado a Vulturi? que pasara ahora que ambos dudan de sus sentimientos?
Acepto ideas y consejos y comentarios
Besos
GRACIAS POR COMENTAR!
*NENY W CULLEN*

12 comentarios:

Beth dijo...

Buena pregunta: ¿qué tiene que ver Jacob con todo esto? No creo que sea Seth, sería demasiado evidente pero si alguien cercano a él con quien tiene mucha confianza.
Ajjjjjjjjjjjjjj, ni idea, me mata esta intriga. Está espectacular la historia, no: no hay reclamos. Miento.Sí: si lo hay: más frecuente, por favor, es una tortura... Es que me encanta esta trama, ya te dije, no?
Besotes gordos y ya me voy a dormir que en Madrid es la una y media de la mañana y madrugo para trabajar (luego no hay quien me aguante)

Anónimo dijo...

Oooooh que intriga, dudo que seth tenga algo que ver, pero su secretaria no seeeeee...
Ooo tienes que sacrme de este suspense yaaaaa, jejejej bueno felicitarte es un hostoria increíble...
Aki me tienes a las 2:38 am leyendo este fic. Me encanta y porfaaaaa sube pronto me muero de curiosidad jejejejeje
FELICITACIONES es genial.... Es k ya no tengo palabras para decirte lo maravillosa que eres jejejejeje
=)

..//((^aLexcullen^))//::.. dijo...

hayyy dios ke intrigaaaaa yo se Jabob Black fue el ke convencio a Edward de hablar con respescto a algo ke ya no tengo la menor idea jajajajaja............ pero bueno me lo imagino han de haber delatado a alguien bastante poderoso y con respescto a sus sentimientos bueno diria yo ke hay atracción mutuaaaa mucha atraccion y ke cuando menos lo piensen hay van a quedar digo ya sabes presas de sus pripios institos jajaja (me escuche a cancion de Shakira jojoj) pero es la verdad en fin NENY te dejo cuidate y grax por los cap


AAAAASSSSSIIIIIIIIIIIIIIII....... una cosita no es reclamo pero no podrian ser dos cap a la semana e ke me esta matandooooooooo bueno me borro bay

Anónimo dijo...

ohhhh,la cosa se pone más interesante cada vez,yo tambien quiero saber que pasa con jake, ah y estos dos tienen una tension sexual que no veas, jajaja
besos

Electrica Cullen Black dijo...

Te leere esta noche cari y te dejaré el comente... pero quiero que sepas que estoy aqui y que aunque tarde siges tenindome intrigada y entregada... jajaja.

Me voy antes de que me decubran.

Muchos besos.
Ele

Ô·•°•♥ Yuri ♥•°•·Ó dijo...

♥ HOLA MI NENY MUASKKK LINDA MUY INTERESANTE ESPERO QUE NO SEA SETH LA VERDAD JIJIJI ESPERO EL PROXIMO MUASKK

P.D: YA CAMBIE EL CBOX ESPERO QUE PUEDAS ESCRIBIR =) EN ESTE.
QUE AGRADECES NNA
ES LO MENOS K TE MERECES HERMOSA MUASSSSKKK Y CARIÑOS SE NOTA QUE ERES UNA BUENA CHICA :) ♥

loka cullen dijo...

k buenoooo la verdad es k todavia tienen k aclararse un par de cosas para k alla lemon pero me encanta la tension sexual entre ambos es lo k ase sta istoria adictiva juju^^ kien sera el topo? yo creo komo algunas x aki k si fuera seth seria muy evidente espero k los condones los use pronto jaja estaria genial k subieras mañana martes otro cap =)

Anónimo dijo...

Neny
esta excelente me dejas intrigada, Quien sera el topo??? porfavor necesitamos mas....
Soy adicta a tus historias¡¡¡¡¡¡
Eres genial, ojala que mañana puedas subir mas, sie es asi llegare muy temprano a mi trabajo solo para leer.
Besotes x montones
Mical = Micky

Electrica Cullen Black dijo...

Ok Neny hay muchas partes que me han encantado... todas mientras bailan...jajaj. Bueno realmente me ha encantado todo el capitulo... y me intrigastes de veras... que tiene que ver Edward con Jacob Blcak??? y sera Seht un traidor??? no eso no lo creo... seguro la secretaria de él... Te comento tan tarde por culpa de Abner... quedé hoy con él... y ya sabes hasta que no me mandó a dormir pues no me use a leerte. Comence cap 11 de huésped 37... y volviendo a tu capitulo... muy buen punto eso de que edward era bueno leyendo mentes... jajaja Genial detalle. Y me encanta la música que elegistes. Mixxii me pidio le dijera una para poner al blog y le pedí "Your guardian Angel" porque me gusta y porque la letra va al final de "Regalo..." mato dos pajaros de un tiro....
Sigue asi de genial mi hermanita linda

Anónimo dijo...

Oola enserio k la intriga me mata jeje... me encanta tu historia ia quiero saber k va a pasar x k es ovio k ellos se aman con pasion jeje y si creo k se seth el k lo delato bueno eso digo iop jej..
bueno enserio eres genial escribiendo soi super fan de tu blog espero i publiqus pronto cuidate y sigue asi...bie

Anónimo dijo...

Oola enserio k la intriga me mata jeje... me encanta tu historia ia quiero saber k va a pasar x k es ovio k ellos se aman con pasion jeje y si creo k se seth el k lo delato bueno eso digo iop jej..
bueno enserio eres genial escribiendo soi super fan de tu blog espero i publiqus pronto cuidate y sigue asi...bie

romii dijo...

dios!!!!!!!!!!!!!!!!!!
no me digas que fue seth!!! no me lo creo!!!! me niego jajaja... dios... es fantástica esta bella desidida y fuerte... onda a lo FBI jajaja... ya quiero el siguiente... es tam original la idea de que ella lo proteja a él jajaj... bueno neny espero el siguiente ansiosa =) besotes y nos leemos pronto =)

Afilianos ^^

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