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Las Incondicionales

viernes, 8 de enero de 2010

VI EN EL BAÑO






Aunque Bella sabía lo que iba a llegar por mensajero el sábado por la tarde, su contenido la pilló desprevenida, sostuvo con las dos manos la fotografía enmarcada que había estado esperando. No estaba segura de si el nudo que sentía entre el corazón y el estómago se debía al humor implícito del asunto, al asombro o a la absoluta decepción.

En la foto, un sonriente novio ataviado con esmoquin, que le quedaba algo grande, y una novia con un traje con demasiadas cuentas, demasiados encajes y un escote demasiado pronunciado, situados en la glorieta de un parque urbano.La novia portaba un ramo de lirios blancos, rosas color salmón y largas cintas de satén blanco que le llegaban a la rodilla. Lucía guantes blancos, también de satén, hasta más arriba de los codos, un velo que surgía como nata montada de la diadema que llevaba en lo alto de la cabeza. Tenía la cara de Bella.

—Increíble. —Bella sacudió la cabeza, desconcertada. Era increíble, sí, ver su cara en el cuerpo de otra persona. Increíble ver a Edward junto a ella, con el brazo alrededor de su cintura y la mano izquierda en la curva de su cadera, para que el mundo pudiera ver el reloj de oro que llevaba. Si ya resultaba increíble tener que fingir que eran marido y mujer, aún resultaba más increíble ver lo que parecía una prueba tangible de su unión.

—¿Qué es eso? —oyó Bella a sus espaldas y, sin poder evitarlo, se sobresaltó. Estaba tan absorta en sus pensamientos que no lo había oido entrar en la cocina.

Gracias a Dios, habían pasado una semana tranquila y más bien aburrida. Después del fiasco del bingo, Bella supo que tenía que subsanar el error e intentó comportarse de la manera más convencional y, en sentido estricto, profesional que humanamente le fue posible.

No necesitó recordarse que el aliento de Edward susurrándole en el cuello bastaba para reducir a cenizas su esforzada profesionalidad. Era un pensamiento tan inquietante como el que había tenido al ver la fotografía: se preguntó cómo sería vivir de verdad ese momento. Ahuyentó esa idea de su cabeza y tiró de las riendas de su formación para mantenerla bajo control.

—Es nuestra foto de boda —le dijo.

—¿Nuestra foto de boda? —Aunque Edward se encontraba detrás de ella, Bella captó el tono de incredulidad de su voz. Se volvió y le tendió la foto.

—Nuestra boda. —Vio que la expresión de su rostro viraba del escepticismo al asombro y no pudo contener un asomo de sonrisa—. Una pareja atractiva, ¿verdad?

El tomó la foto y la miró fijamente, al tiempo que, con aire ausente, se subía las gafas con un dedo.

—Como si yo fuese a ponerme nunca un esmoquin tan mal cortado cómo el de ese tipo. —Sacudió la cabeza, irritado—. ¡Y mira su pose! Tendría que erguir más los hombros y echarlos hacia atrás para parecer más alto. —Hizo una demostración de lo que quería decir y, además, alzó la barbilla.

Bella decidió que era mejor mirar la foto creada por ordenador que mirar al auténtico Edward Cullen en persona, pues sus movimientos hacían ondular sus músculos bajo su polo de color rojo.

—¿De dónde han sacado a ese tipo? —Edward clavó el dedo en el novio y luego lo deslizó sobre la novia—. ¡Y ese velo! Eso sí que es vivir en el pasado. Moda retro, los años ochenta siguen aquí, vivitos y coleando, ¿eh? —Recorrió con el dedo el contorno del ajustado corpiño, la amplia falda de crinolina y su voz se suavizó. Miró a Bella por el rabillo del ojo con una sonrisa en los labios—. Eres una chica muy guapa. Quién iba a pensar que esa camiseta del unicornio escondiera un cuerpo como ése...

—Ya sabes que ese cuerpo no es el mío. —Bella tiró del extremo de la camiseta del unicornio y le arrancó la foto de las manos. Luego, la dejó sobre la mesa—. Ese cuerpo es cortesía de imágenes escaneadas y manipuladas por ordenador. No lo olvides. —Miró de nuevo la foto y frunció el ceño, disgustada—. ¿Y de dónde habrá sacado papa esa foto mía? Es como si estuviese en una rueda de reconocimiento de la policía.

—Pues yo te veo muy bonita. —Edward arqueó las cejas con los ojos clavados en el pecho de la novia y no en su cara.

—El peinado me queda fatal —le gruñó ella. En parte deseaba que Edward la contradijera, Pero por otro lado deseaba que estuviese de acuerdo con ella. Si lo hacía, querría decir que miraba su cara en la fotografía y no el escote de una novia anónima—. En cambio, el tuyo...

—¿El pelo? —el volvió a mirar al novio—. Nadie, que estuviese en su sano juicio llevaría el pelo de ese modo. Yo habría pospuesto la boda.

—No seas ridículo.—Bella cruzó los brazos sobre el pecho y retrocedió un paso para apreciar mejor la fotografía—. Sea quien sea ese tipo, estoy segura de que su cabello se veía mejor ese día que hoy el tuyo. Cualquier peinado es mejor que el tuyo. —No pudo evitar pincharlo y sus esfuerzos se vieron recompensados cuando Edward, a la defensiva, se pasó una mano por el remolino—. Además —prosiguió —, nunca habrían pospuesto la boda por culpa del pelo. ¿No ves lo enamorados que están? Mira su pose. Él tiene la cadera presionada contra la suya y ella se inclina hacia él. La tiene tomada por la cintura. Mira, ahí. —señaló la foto—. Descifrar el lenguaje corporal es parte de mi trabajo. Estas dos personas, quienesquiera que sean, están muy enamoradas. ¿Crees que ella eligió ese vestido para impresionar a los invitados de la boda? Lo hizo por él, y apuesto a que él le encantó. Me gustaría ver la fotografía original, la foto de verdad con las caras auténticas. Apuesto a que se estaban mirando a los ojos. —Antes de poder contenerse, suspiró—. Me parece casi un sacrilegio que nuestras caras se hayan entrometido en su felicidad, ¿no crees?
—Eso, si han sido felices... —Edward no estaba demasiado convencido y Bella supo que estaba a punto de hacerle pagar por lo que le había dicho—. Ese tipo no tardará en descubrir que ella no sabe cocinar.
Bella retrocedió, con las manos alzadas, como si pretendiese desvincularse de cualquier responsabilidad.

—Cuando presenté la solicitud para entrar en la Academia, nadie me preguntó si sabía cocinar —le dijo—. Nadie me previno acerca de la posibilidad de tener que hacerlo nunca. Si no hubieses invitado a los vecinos...

—No los invité. Ya te lo he dicho. Se invitaron solos. ¿Y qué íbamos a darles de cenar? ¿Arroz hinchado?

—¿Qué les darás para cenar? —Bella miró la encimera de la cocina. Estaba llena de bolsas que habían traído de la tienda de comestibles hacía sólo un rato. Había cacerolas en los cuatro quemadores de la cocina y el agua ya hervía alegremente en un par de ellas.
Como Bella se negaba a perderlo de vista , le había acompañado a la tienda, pero había sido él quien se comprometió a guisar, por lo que fue él el que hizo la lista de la compra. Gran parte de lo que había traído parecía del todo inocuo, como el zumo de naranja, el aceite de oliva y el ajo, pero también había productos de aspecto exótico que le había costado mucho de encontrar: plátanos, frijoles y tomates enanos, productos que una recatada chica de Nebraska no sabría comer y mucho menos cocinar.

—¿Cuándo vas a decirme lo que vas a preparar de cena?

—¿No te gustan las sorpresas? —replicó con una sonrisa torcida

—¡Oh, hablando de sorpresas! —Bella sacó las fotos que habían quedado dentro del sobre. Eran más pequeñas que la foto de boda, una dispar colección de instantáneas en marcos baratos, fotos de personas desconocidas que, con toda probabilidad, habrían salido de cualquier tienda de segunda mano de Manhattan.

—Esta es tu madre —le dijo a Edward

—Seguro que no le gustaría tener un hijo como yo. —el frunció los labios—. Y dime, ¿por qué necesito una madre?

Por enésima vez, Bella se asombró de que a un hombre tan listo como él le costara asimilar la comedia, en absoluto divertida, que estaban representando.

—Porque has invitado a los vecinos, por eso.

—Pero si yo no los invi...

—Ya lo sé. —Bella hizo caso omiso de sus protestas—. El caso es que están a punto de llegar y debemos decorar la casa como si viviésemos en ella. Y eso significa que necesitamos familiares. —le mostró la siguiente fotografía—. Éste es Quil —dijo, y señaló un hombre que vestía vaqueros, camisa a cuadros y que calzaba botas. La mujer que estaba junto a él iba embutida en unos vaqueros y su cabello rubio decolorado se abría en abanico hasta los hombros de su camisa de satén. Posaban ante una pista de baile con suelo de madera. Tras ellos, en una pancarta, se leía: «Noche de la música country»—. Ésta es Claire —dijo ella—. Son mis padres.

—Quil y Claire. Mis suegros. —El rostro de el palideció a ojos vista—. ¿Bailan country? No me digas que tengo unos suegros que bailan country. —Se estremeció y pasó a la siguiente foto—. ¿Y éste?

—Es tu padre, Carlisle Tomashefski. Lleva seis años muerto, por lo que la foto se ve un poco antigua.

Sin mediar palabra, Edward dejó las fotos sobre la mesa.

—Ah, y ésta es nuestra única sobrina, Angela. —Le mostró la foto de una niña de pelo rizado con una gran sonrisa a la que le faltaban varios dientes delanteros—. Es la hija de tu hermano , y nosotros la adoramos.

—Nosotros la adoramos. Comprendido. —Edward asintió pero no se le veía convencido—. ¿Estás segura de que esto va a funcionar? —preguntó, señalando la pila de parientes falsos.

—No —reconoció Bella—. Pero por algo se empieza. Es sólo una manera de hacer creer a los vecinos que somos una auténtica familia. Tiene que parecer que ésta es una casa habitada y los recién casados lo consiguen poniendo fotos de la familia.

—¿Alguna vez has formado parte de una pareja de recién casados?

La pregunta de Edward la pescó tan por sorpresa que Bella tardó unos segundos en reaccionar. Si se la hubiese formulado cualquier otra persona, no le habría importado en absoluto. Curiosidad, cortesía, conversaciones triviales. Pero como provenía de el, Bella no pudo evitar preguntarse por qué quería saberlo o si le importaba la respuesta.

Se desembarazó de la cuestión alzando los hombros, lo que hizo que el unicornio se moviese.

—Siempre he estado demasiado ocupada —respondió, y aunque se había dicho mil veces a sí misma que era cierto y que no le importaba, que su carrera profesional era lo primero y que ya habría tiempo para la felicidad matrimonial, sintió una punzada de remordimiento—. Al salir de la Academia, me moví mucho: Omaha, Phoneix, Denver. ¿Y tú? —Sabía la respuesta, por supuesto. De Edward Cullen sabía todo lo que podía saberse, o al menos todo lo que el FBI había podido averiguar.

—Pensé en ello en un par de ocasiones —admitió el con una sonrisa—, pero, ¿casarme? —Alzó la foto de boda, la miró un momento y la dejó de nuevo sobre la mesa—. ¡No!

Eso fue todo. Olvidó la idea con la misma facilidad con que había olvidado la falsa foto de boda. Ninguna consideración seria, ninguna explicación. Y si la expresión de «¿a ti qué te importa?» que se dibujaba en su rostro quería decir algo, no era en absoluto remordimiento. Pero ¿qué podía esperar Bella del soltero más codiciado del hemisferio norte?

Bella observó a Edward, que estudiaba las otras fotografías.

—Caray, el FBI piensa en todo, ¿verdad? Una familia instantánea, las pruebas instantáneas de que realmente somos quienes decimos ser. —Pensativo, se frotó la barbilla con el pulgar—. ¿Has ido alguna vez de visita a casa de amigos casados? —preguntó, pero no esperó la respuesta —. Se nota enseguida, y no sólo por las fotos sobre la repisa de la chimenea. Las mesas están llenas de revistas, el Vogue y el Elle mezclados con el National Geographic y The New Yorker. Y si entras en el baño, todo está junto y revuelto: el champú de él y el champú de ella y la colonia de ella y la loción de él y...

Ambos pensaron lo mismo a la vez. Ella se quedó boquiabierta. El miró hacia la escalera que llevaba al piso de arriba, al único cuarto de baño de la casa.

En el tiempo que llevaban en ella, el baño se había convertido, gracias a un acuerdo tácito, en una especie de zona neutral. Era un espacio que utilizaban siguiendo un horario fijado: ella se duchaba al levantarse y el no lo hacía hasta después del desayuno. Los objetos personales que necesitaban no eran más que eso, objetos personales, y los guardaban estrictamente por separado.

El cuarto de baño se había convertido en un brillante ejemplo de que, si bien convivían, sus vidas no se habían entrelazado. No como sucedería con una pareja de casados.

Bella se hizo con unas cuantas fotos y salió de la cocina. Las distribuyó por toda la sala y luego se dirigió a la planta superior. Edward la siguió de cerca. Cuando ella entró en el baño, Edward se apresuró a entrar en el dormitorio de ella. Salió de él cargado con los productos de higiene personal que había encontrado en la cómoda.

—Aquí está el champú, el acondicionar y el desodorante. —Edward dejó los frascos en la pileta del lavabo y Bella se encargó de distribuirlos.

No resultó fácil. El baño era diminuto, y el hecho de que alguien con una pobre idea de la decoración o con las caderas muy estrechas hubiese instalado un gran tocador alrededor de la pileta todavía complicaba más las cosas.

Incluso cuando Bella estaba sola, tenía sensación de ahogo. Las paredes estaban empapeladas de color verde oscuro, la zona alfombrada era de un verde azulado y la cortina del baño lucía un estampado floreado de aire psicodélico en tonos verdosos que no combinaba con la pared ni con la alfombra. Al encontrarse los dos en aquel reducido espacio, la sensación de ahogo adquirió un significado distinto y trajo consigo un nuevo nivel de conciencia de su propio cuerpo.

Ella pasó el brazo alrededor de Edward pera dejar el champú en el estante de la ducha y rozó los contornos, duros como una piedra, de su pecho. El se deslizó junto a Bella para dejar el acondicionador en el armario de metal blanco que hacía las veces de botiquín doméstico y le rozó una pierna con la suya. Bella supo que estaba de suerte, pues no tenía tiempo de pensar en las sensaciones que despertaban en su interior aquellos contactos. Hallarse en una habitación pequeña con un hombre famoso de ego monumental no era una situación que favoreciese el equilibrio de la mujer.

—Tú también tendrías que traer tus cosas —le dijo Bella y, en parte porque era cierto y en parte porque, de ese modo, podría escapar de él durante un par de minutos, se deslizó entre el y el borde del lavabo.

Cuando estuvo a solas en la habitación de Edward, se detuvo a tomar aire, se recordó que el autocontrol era el mejor aliado de una agente federal y tomó después algunas de las cosas de el.

—Aquí está tu desodorante y tu loción para después del afeitado. —Se los tendió e intentó echarse hacia atrás; todo lo que pudo para que hubiese entre ellos aire para respirar, pero el único agradecimiento que recibió por aquel gesto fue que se le clavase el borde de la bañera en las pantorrillas.

Bella llevaba pantalón corto y sintió la lisa y fría porcelana en sus piernas desnudas. Fue casi un bálsamo. En aquella especial situación, era mejor concentrarse en el frío que en el calor, mejor también que pensar que, con las prisas, no habían encendido la luz del baño. En éste sólo había una ventana, cuyo cristal era ondulado y estaba empañado. El sol de la tarde se colaba por él y creaba en la estancia unas curiosas vetas de luz como los destellos de un espejo. La luz bailó sobre el pecho de Edward y cuando se volvió para agarrar los productos que Bella le tendía, el rayo acarició sus nalgas de forma sinuosa; Bella pensó que no tendría que haberlo notado o, como mínimo, no tendría que haberle gustado.

Sí, decidió ella, volviendo a hundir la mirada en la gastada alfombra, el frío era algo bueno. Se aferró a esa idea y alzó los ojos justo a tiempo de comprobar que Edward había colocado sus cosas en la parte trasera del tocador, perfectamente ordenadas, delante de las suyas.

—Esto no funcionará. — alargó la mano y le rozó con el brazo. La cadera de Edward estaba pegada a la suya. Otro error. Hizo caso omiso de la descarga que notó en su flujo sanguíneo y volvió a ordenar los productos de higiene, dejando el desodorante de el junto al suyo y su peine encajado entre las púas de su cepillo del pelo—. ¿Mejor así? —preguntó.

—Aún no. —En esa ocasión fue el quien salió del baño como impulsado por un resorte. «Buena decisión», pensó ella. Tras su marcha, el aire parecía menos denso y más respirable.

Por desgracia, regresó antes de que ella hubiese recobrado el aliento y lo hizo con unas medias y un camisón blanco en las manos.

—¡Oh, no! —Bella intentó quitarle el camisón pero no lo logró. Edward anudó las tiras en una percha y colgó la prenda de la barra de la cortina de la ducha.

—Así está mucho mejor —anunció. Se volvió para dedicarle una sonrisa con las medias en la mano—. Y esto...

—¿Cómo te has atrevido a tocar mis cosas? —Bella agarró una pernera de las medias y tiró de ella hasta arrancárselas de la mano. Eran unas medias baratas y, aunque sabía que se romperían, pensó que era mejor comprar unas nuevas antes que tener que tragarse el orgullo. Enrolló las medias y las sujetó con ambas manos contra su pecho.

—Yo no revuelvo tus cosas ni abro los cajones de tu cómoda. ¿Por qué...?

—Tienes que admitir que así queda más auténtico.

Bella tuvo que admitirlo, pero eso no significaba que; estuviese de acuerdo con su procedimiento. Con un gruñido evasivo, se volvió hacia el lavabo, abrió el grifo y mojó las medias. Las escurrió y las lanzó por encima del hombro a Edward que, gracias a sus reflejos de atleta, las agarró en el aire sin mojarse demasiado y las colgó de la barra de la cortina de la ducha.

Ella retrocedió para ver el efecto general y asintió satisfecha. El cuarto de baño era pequeño y se veía abarrotado de cosas, pero habían conseguido lo que se habían propuesto: daba la idea de que allí había vida en común. Sin embargo, en el momento en que Bella advirtió que el la miraba fijamente, con la cabeza inclinada hacia un lado y los ojos hirviendo con una expresión que venía a decir que también notaba la luz amortiguada y los huidizos roces de sus cuerpos, la convivencia le importó mucho menos que el repentino calor que sintió en todo su cuerpo.

Al dirigirse a la puerta, Bella se movió hacia la derecha y él lo hizo hacia la izquierda, por lo que clavó su nariz en el polo rojo de Edward. Decidió enmendar su error moviéndose hacia la izquierda justo en el momento en que él se movía hacia la derecha, quedando así atrapada entre el pie del lavabo y el cuerpo de el, cuyas manos habían encontrado, “sin saber como”, el camino hacia su cintura. Ella ya no podía moverse en absoluto.

—Buen trabajo —dijo, sabiendo que era lo más estúpido que podía decir; de haber habido algo más estúpido, lo habría dicho. Tampoco podía imaginar una situación con más posibilidades

Decidió que era mejor pensar en lo bien que les había quedado el baño, su estrategia para aparentar que eran una pareja casada que compartía ese espacio.

—Sí, qué bien... —dijo ella, refiriéndose al baño, pero cuando Edward asintió y sonrió, tuvo la sensación de que estaba pensando en otra cosa.

—Sí, muy bien. —Se acercó a ella. El espacio era tan reducido que no le quedaba demasiado margen de movimiento. Sin embargo, lo consiguió. Presionó el pecho contra el de ella y con las piernas, la empujó contra el tocador.

Bella supo que tenía varias opciones. Podía mantener los brazos pegados al cuerpo, con las manos peligrosamente cerca de la parte delantera de los vaqueros de el, o bien podía apoyarlas en su pecho.

Eligió colocarlas planas sobre su polo sintético y no notar que los latidos del corazón de Edward, al igual que los suyos, se habían acelerado.

—Sorprendente, ¿verdad? —dijo ella mirando a su alrededor. Era mejor que mirarlo a los ojos y apreciar en ellos aquel tono oscuro tan delicioso como el chocolate; mejor que notar la sonrisa, a duras penas controlada, que aleteaba en la comisura de sus labios—. El baño se ve de maravilla. Cualquiera pensaría que vivimos juntos de veras.

—Pues claro que vivimos juntos. —Su voz fue tan serena como la sonrisa que brillaba en sus ojos.

—Juntos, sí, claro. —La voz de Bella, por el contrario, no sonó en absoluto serena. De hecho, se articulaba al ritmo de los rápidos latidos de su corazón—. Ya sabes, juntos sí, pero no revueltos.

Bella no podía entender cómo lo conseguía, pero Edward estaba cada vez más cerca.
Y todo estaba bien, no tenía duda, en lo referente a la parte delantera de sus vaqueros.

Ella contuvo la respiración, algo que tenía muy poco que ver con la sorpresa y sí con un deseo repentino y voraz como nunca antes lo había sentido.

—Podríamos vivir juntos y revueltos. —A Edward le gustó la reacción de Bella y lo expresó mediante una sonrisa. Dobló las rodillas un poco y, cuando las estiró de nuevo, ella notó cómo su erección se le clavaba en el muslo—. Pero la verdad es que no hay para tanto. —Miró a su alrededor y luego de nuevo a Bella—. Sólo hemos hecho el baño, y donde hay que centrar el trabajo es en el dormitorio….. ¿El tuyo o el mío?

Bella evocó la cama grande del cuarto de Edward y, aunque intentó borrar esa imagen incluso antes de que se formara, se vio a sí misma en ella junto a él. Se preguntó si al penetrarla, su erección sería fuerte como la que experimentaba en esos momentos. ¿Sería un amante dulce y gentil o uno de esos tipos que lo quieren todo deprisa y de manera desenfrenada?

Le costó admitirlo, pero llegados a ese punto no le importaba. Deprisa y con desenfreno estaría bien, y también lo estaría con dulzura y gentileza. Y de cualquier otra manera entre uno y otro extremo. A esas alturas, estaba dispuesta a dar todo lo que poseía a cambio de descubrir qué ocurriría en aquel dormitorio
Si le hubiesen dado la oportunidad, lo habría hecho. Pero entonces se acordó del bingo.

Aunque sumida en la decepción, el sentimiento que se retorcía en su estómago y enfriaba el fuego de la pasión no era exactamente remordimiento. Le recordaba más a la sensación que se tiene al despertar después de una noche de fiesta, con la boca seca, jaqueca y los ojos más rojos que las luces traseras de los taxis de Nueva York. No era remordimiento, era más bien la percepción de lo increíblemente estúpida que podía llegar a ser. Porque sabía que, entre las cosas a las que renunciaría por pasar una hora en la cama con Edward, no se contaba su dorada placa de agente del FBI.

Sin ilusiones no hay desengaños. Había llegado el momento de hacer lo que tenía en mente o, como mínimo, dar a entender con sus acciones qué es lo que tendría que haber hecho desde el principio.

Con las dos manos, Bella palmeó el pecho de Edward, como suele hacerse a los perros bonitos pero un poco pendencieros.

—Gracias, pero no. Gracias.

—¿Qué? —El brillo de la seducción en los ojos de Edward se tiñó de incredulidad—. ¿Me estás diciendo que...?

—Estoy diciendo que no, Romeo. —Como él seguía demasiado pasmado para hacer objeciones o, peor aún, para darse cuenta de que otro roce más en la bragueta de los pantalones la haría cambiar de opinión, Bella decidió moverse. Se deslizó entre Edward y el tocador y caminó hacia la puerta.

—¡¿Estás diciendo que no?! —A Edward le fallaba la voz debido al asombro y la incredulidad. Su tono resultaba tan patético que Bella se detuvo y se volvió hacia él.

—Nunca te había ocurrido, ¿eh? —Inclinó la cabeza y cruzó los brazos sobre el pecho. Analizó a Edward y la situación y, una vez apagados sus ruegos internos, se preguntó qué era más ridículo si aquel hombre o el momento que acababan de vivir. Se encogió de hombros, apartando esos pensamientos de su mente y dijo—: Al menos, me recordarás como la primera que te dijo que no.

Esgrimiendo una reacción típicamente masculina, Edward se puso a la defensiva aunque no estaba seguro de por qué se sentía atacado.

—No eres la primera —dijo, pero tan pronto como advirtió que estaba poniendo en tela de juicio su ego y su reputación, intentó enmendarlo—. Quiero decir que sí eres la primera que ha dicho que no, pero no que seas la…

—Comprendido. —Fue un lamentable intentó de mantener intacta la imagen de macho tradicional, por lo que Bella no pudo evitar sentir pena por él—. Lleguemos a un acuerdo. Digamos que soy la primera mujer que te ha dicho que no al intentar seducirla en un cuarto de baño. ¿Qué te parece? ¿Suficiente para apaciguar ese maldito ego?

—No. Sí. —Edward sacudió la cabeza como si pretendiese poner en orden sus ideas—. Para tu información, te diré que nunca he intentado seducir a una mujer en un cuarto de baño. ¿Tan vulgar crees que soy?

Bella tuvo la tentación de no responder. Barajó la posibilidad de mirarle de un modo que le diese a entender que tenía que prestar atención a su propias preguntas. No estaba de humor para dejar que se saliese con la suya. Tras rechazar la que seguramente era la invitación más ardiente que nunca le habían hecho, participar en una sesión sexual con el hombre más guapo de este universo o de cualquier otro, le dijo:

—Por si lo has olvidado, te diré que acabas de intentar seducir a una mujer en un cuarto de baño. Vaya, si es que cuento como mujer...

—Sí. No. —Tartamudeo el—. Claro que cuentas pero...

—Pero no soy más que otra muesca en la empuñadura de tu revólver. —Miró la bragueta de sus pantalones para enfatizar su argumentación—. Olvídalo, Romeo. Como ya te dije, no me interesa. Y por lo que yo sé, a ti tampoco. No realmente.

Él no la contradijo y eso, mucho más que ninguna otra cosa, le indicó a Bella que había tomado la decisión correcta. Se aferró a esa idea con fuerza y se dirigió a las escaleras.

—¿Qué quieres decir con eso de que no me interesa? —preguntó Edward, que la había seguido—. Te lo he demostrado, ¿no?

—Has demostrado que estás tan salido como un macho cabrío —replicó Bella sin volverse—. Detesto tener que decírtelo, pero no me sorprende en absoluto. Estoy convencida de que no estás interesado por mí, no soy una modelo ni una cantante de rock ni una princesa de esos pequeños países europeos en los que todo el mundo parece sacado de una mala opereta. Tal vez a esas mujeres no les importe dónde las seduzcan, pero yo tengo algo más de clase.

—¿No te has parado a pensar que quizá no intentaba seducirte? Tal vez eras tú la que intentabas seducirme a mí.

Bella soltó una ronca carcajada. Desde el pie de la escalera, se volvió y lo miró con los brazos en jarras.

—¡Muy típico! ¿Yo? ¿Intentando seducirte? ¿Crees que estoy tan necesitada?

—Y yo, ¿crees que lo estoy?

Ok, ella se merecía esa respuesta y lo advirtió al instante, pero no esperaba que le hiciera tanto daño. Intentó que no se le notase el temblor de las manos y del labio inferior. Echó los hombros hacia atrás y alzó la barbilla.

—De acuerdo. Ahora que hemos aclarado este punto, tal vez consigas mantener bajo control tus manos y otras partes de tu anatomía —dijo, mirándole la bragueta.

—Estaré encantado de hacerlo.

—Bien.

—Bien.!!!

—Perfecto!!!!. —Bella entró en el salón a toda prisa. Aquella tarde había ahuecado más de una vez los cojines del sofá, pero lo hizo de nuevo, pegándole un puñetazo a uno de ellos antes de volver a dejarlo en su sitio—. Juralo!

—¿El qué? ¿Que mantendré las distancias? ¿Que nunca volveré a tocarte? — Edward soltó una carcajada—. No me será tan difícil.

—Entonces, lo juras?

—Sí.

—Bueno.

—Perfecto. Bien.

—Muy bien!!! —Edward recorrió la sala de un lado a otro—. Realmente muy pero muy bien!!

—PERFECTO!!

Bella entendió que el hecho de que sonase el timbre justo en ese momento era poco menos que una bendición. Teniendo en cuenta cómo había discurrido la situación, significaba que había dicho la última palabra.


*******************************

jajajaja... Ellos me encantan, se desean tanto pero los dos son demasiados testarudos para aceptarlo.... pero ya se viene cosas mas interesante y otras no tanto jiji

chicas realmente lamento la demora pero a partir de la proxima semana podre subir un capi cada dos dias y por lo mismo pronto tendremos un hermoso y peligroso desesnlace ademas de tres historias que me carcomen la cabeza

LAs quiero mucho y espero no se hayan aburrido de esperar. Besos enormes y feliz año atrasado.


"Nunca es tarde para decir te quiero"
LAS QUIEROOOOOOOOO

6 comentarios:

Electrica Cullen Black dijo...

Neny Woo!!!! Pedazo de capitulo merecio la pena la espera. Te adoro y adoro este fic. Me encantó la escana del baño. Esta de lo más interesante.

Electrica Cullen Black dijo...

Al fin hace 4 días el ordenador no me dejaba dejarte coment. Yo también tardaré en subir y poder pasar a leer. Problemas con mi madre. Amenaza con romperme lo que escribo. Así que tengo que hacerlo a escondidas y por desgracia soy de las que necesitan inspiración. No puedo decidir escribir ahora un ratillo. Apartir del 22 entraré en el concurso de el Blog Kokoro`s room. con "Día de aniversarios" si te gusta votame. Ojala no quede la última. Ya esta en ff.net pero ko lo subirá el 22 el día que habre las votaciones. Gracias por regalarme tan buenos momento. Te lo advieto volveré. Me queda mucho por leer de eres genial. Te quiero.
Esta semana apenas he dormido un día me pillo las 8:00 de la madrugada escribiendo y el resto las 4:00.
Contactame Neny me tienes preocupada. Espero que estes bien, cielo. Simplemente muy ocupada. Besotes.

Electrica Cullen Black dijo...

En serio Neny, te echo en falta te dejo mi correo por si no te lo dí antes. (Sólo se lo doy a la gente que me quiere por eso no esta en mi perfil) electrica_20@hotmail.com.
Koko acaba de anunciar que dejará dos semanas para leer los fics y después abrirá las votaciones. ¿Tú participas?. Va a participar su esposo un anti Twilight. Increible... lo que esta Koko no logre... Según mis últimas noticias son 26 oneshoot. Quise avisarte pero la mierda de ordenador no me dejaba conectarme unas veces, otras comentar y encima tengo que hacerlo a escondidas para evitar broncas.
Cuidate cariño y escribeme. Volvere en cuanto pueda y me pondré al día. Y oye ¿por qué no publicas en ff.net también? Me guwstaría incluirte en Autora favorita.

Beth dijo...

Durante cuanto tiempo vas a estar sin escribir en PROTEGIENDO EL AMOR? Solo es porque me parece muy interesante y me quedé con la intriga y como pone que detenido por un tiempo... Me gustaría que continuaras, si puede ser... se te echa de menos cuando no escribes...
Millones de besos...

loka cullen dijo...

=( ase 4 meses k escribiste el ultimo cap tienes k actualizar me encanta sta istoria y si no puedes nos lo dises no pasa nada pero no nos dejes asi !!

yop1cullen forever dijo...

me encanta la historia, me muero por saber como termina, porfis... dinos si vas a publicar los capis que faltan... dnos una pequeña esepranza, gracias por tus letras que acompañan mi soledad...

Afilianos ^^

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